22 de Shvat: Iortzait de la Rabanit Jaia Mushka
Un Legado de Sacrificio y Amor Un tributo a la Rebetzn Jaia Mushka Schneerson, de bendita memoria
Habiendo tenido la oportunidad de visitar a la esposa del Rebe, la Rebetzn Jaia Mushka, el Sr. Jules Lassner quedó muy impresionado por su calidez, hospitalidad y verdadero interés que ella tomaba por los otros.
Un domingo a la mañana, mientras pasaba por lo del Rebe a recibir un dólar para caridad, tomó coraje y dijo: “Luego de haber conocido a su mujer, entiendo la expresión “Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer”
El Rebe sonrió de oreja a oreja.
¿Quién era la Rebetzn, que tuvo el único mérito de ser tanto hija y luego la esposa de Rebes revolucionarios y justos?
Muy poco se sabe sobre ella. No por falta de interés, sino por su ferviente deseo de permanecer desconocida.
Rabí Jesed Halberstam, un ayudante personal de la Rebetzn, relató que una vez en Rosh Hashaná, le preguntó por qué ella prefería escuchar el Shofar en su casa, sola, en vez de ir a “770”, la sinagoga central de Lubavitch en donde su marido rezaba junto con sus Jasidim.
Ella respondió: “No puedo soportar el gran “show” que la gente me hace cuando me ven aparecer en público”.
Otros en su lugar, podrían haber buscado, o al menos consentir en recibir, el honor y el respeto que se le da a quien es la esposa de un Rebe. Ella no.
Prefería sentarse sola en su casa, lejos de la comunidad y de la pequeña familia que aún tenía, que aprovechar su status de Rebetzn y llamar la atención.
Rabí Shmuel Lew, de Manchester, Inglaterra, recuerda una historia que ocurrió cuando su hija adolescente estaba estudiando en una escuela de Lubavitch en Nueva York. El abuelo de la chica, el Sr Zalmon Jaffe, quien tenía una cálida relación con la Rebetzn, le mencionó a la Rebetzn que su nieta no tenía ninguna familia en Nueva York, y que le sería especialmente difícil para ella volver en el invierno cuando se celebrara una boda familiar en Londres, no pudiendo participar de la misma. La Rebetzn le dijo que no se preocupara. “Me mantendré en contacto con ella, si Di-s quiere”.
Semanas pasaron, pero la chica no escuchó nada de la Rebetzn. Solo después se le reveló que la Rebetzn había llamado a su escuela, preguntando por la Srita Lew. La secretaria, sin saber de quien era la voz del otro lado de la línea, le dijo “Disculpe, pero es nuestra política de la escuela no permitir llamadas telefónicas”. La Rebetzn le agradeció y colgó el teléfono y eventualmente encontró otra manera de contactarse con la chica.
Lo que es increíble es que la Rebetzn no se identificó a ella misma a la secretaria, lo que hubiera producido resultados inmediatos y se hubiera ahorrado esfuerzo y tiempo en el futuro; simplemente no era su estilo.
De hecho, cuando la Rebetzn hacía pedidos en la verduleria, se identificaba simplemente como “La Sra. Schneerson de la calle President”
Su nombre, su dirección, pero no su rango.
Un paradigma de interés por el otro.
Por muchas décadas, el Rebe, además de todas sus exhaustivas tareas, recibía gente para audiencias privadas un par de noches a la semana.
A veces, volvía a su casa a las tres de la mañana, a veces a las cinco, y en ocasiones, retornaba al amanecer.
La Rebetzn una vez le contó a la Sra Hadassa Carlebaj, un pariente de la Rebetzn y de alguna manera, una confidente, que ella siempre se quedaba despierta esperando al Rebe. Que su esposo volviera a una casa oscura y que lo esperara una cena fría para él solo, simplemente no era una opción.
De acuerdo a Louise Hager, quien también mantenía una estrecha relación con la Rebetzn, la Rebetzn ponía todo su esfuerzo para asegurarse que su esposo volviera a una casa tranquila, en donde reine la paz y el apoyo.
No simplemente “interesarse por el otro”.
Era en un invierno en el año 1966, cerca de las 3.30 de la mañana. El Rebe ya había dejado su oficina para ir a su casa, una noche relativamente temprana; no habían habido ningún Iejidut (audiencias privadas) aquella noche.
Justo en ese momento, una mujer telefoneó frenéticamente al secretario del Rebe diciendo que su bebé se había caído y estaba gravemente herido y en condición crítica. Los doctores estaban discutiendo sobre los procedimientos a llevarse a cabo, y ella precisaba desesperadamente las instrucciones y bendición del Rebe.
El secretario del Rebe le explicó que lamentablemente tendría que esperar hasta la mañana, y que él le transmitiría el mensaje al Rebe.
“Es un asunto de vida o muerte”, la madre suplicó, “¡Preciso una respuesta ahora!”
El secretario decidió llamar a la casa del Rebe. Si alguien atendería, se disculparía por llamar tan tarde. Discó inquieto: la Rebetzn atendió.
“¿Ver ret?” (¿Quién habla?)
El secretario le dio su nombre e inmediatamente dijo: “Lamento haber llamado tan tarde” y procedió a disculparse profundamente. “Es una Jutzpá (atrevimiento) llamar tan tarde, pero hay una señora aquí que precisa desesperadamente ayuda. Dice que es un asunto de vida o muerte…”“¿Por qué me pides perdón?” exclamó la Rebetzn. “Al contrario, mi esposo y ello fuimos mandados a este mundo para servir a la gente las 24 horas del día, siete días a la semana. Al usted llamarnos, nos está ayudando a cumplir con nuestra misión”
No solo ella dedicaba su vida para otros. Agradecía a todos por darle la oportunidad de hacerlo. En su mente y corazón, no era ella la que estaba haciendo un favor,¡Eran los otros los que la ayudaban a cumplir con su misión!
Hay mucha gente que se sacrifica por otras, pero ¿cuántos de ellos no se sienten “orgullosos y justos” por ello?
Las palabras de la Rebetzn reflejaban la abnegación de su ser. Dejando lugar a otros
La Sra Lea Kahan, un pariente de la Rebetzn, una vez fue a visitarla a su casa. En la mesa del living, habían una serie de artículos hechos a mano, aquellos que uno puede encontrar en un evento de recaudación de fondos. La Rebetzn se dirigió a la Sra Kahan y con una voz llena de orgullo le dijo: “Mira lo que los Shlujim y Shlujot (emisarios del Rebe) me mandaron”. Continuó hablando sobre sus ocupadas y agotadoras vidas, “¡y aún así, con su agenda completamente cargada, tienen tiempo en pensar en mi!
“¿Y por qué yo? ¿Quién soy yo?”
En ese momento, la Sra Kahan, sin poder aguantarse más, interrumpió y dijo: “Rebetzn, ¿No sabe acaso lo que Usted significa para los Shlujim?”
La Rebetzn, con un rastro de sonrisa pero ligeramente disgustada, respondió. “Lea, estás siendo un poco dura”. Como diciendo, “No le estás dando la suficiente consideración a las dificultades y sacrificios, y lo que significa para ellos tomarse un momento y pensar en mi”.
Aquí se nos presenta la otra cara de la imagen.
Cuando se hablaba de ella, no tomaba ningún crédito por vivir una vida altruista; de hecho, agradecía a otros por “ayudarla” a vivir su vida para ellos. Pero cuando se trataba de otros y de los sacrificios que hacían, su voz se llenaba de orgullo mientras enumeraba sus méritos
El último Deseo y Testamento.
El Dr. Robert Feldman era uno de los doctores de la Rebetzn.
Un viernes a la tarde, la hija del Dr. Feldman, Sara, fue a visitar a la Rebetzn junto con su hermana pequeña. En ese tiempo, Sara estaba comenzando a salir con un chico, y utilizaba su tiempo con la Rebetzn para charlar sobre esta nueva y excitante etapa en su vida. La Rebetzn la aconsejaba como una madre, proveyéndola con indicaciones y enfoques.
Aproximadamente un año más tarde, Sara estaba por comprometerse con su futuro esposo, Levi Shemtov. Su padre le coordinó una visita con la Rebetzn para compartir la buena noticia. La reunión fue muy placentera, y la Rebetzn estaba claramente encantada.
La visita tomó lugar diez días antes del fallecimiento de la Rebetzn; sin que Sara supiera, la Rebetzn estaba terriblemente dolorida.
En la ocasión del compromiso de Sara, la Rebetzn la llamó para felicitarla. De más está decir, que la novia estaba exaltada.
La futura pareja planeó visitar a la Rebetzn juntos, pero les dijeron que debían esperar a que la Rebetzn se sintiera mejor. Lamentablemente, aquella visita nunca sucedió.
La noche del fallecimiento de la Rebetzn, el 22 de Shvat del año 1988, el Dr. Feldman acompañó a la Rebetzn en la ambulancia hasta el hospital.
Te preguntarás, ¿qué pasaba por la mente de la Rebetzn cerca de una hora antes de su fallecimiento?
La Rebetzn, sufriendo terriblemente, no le preguntó al Dr. Feldman “¿Qué tan malo es? ¿Habrá necesidad de trámites? ¿Cuál es mi diagnóstico?”
En vez, con sus últimas fuerzas y sin mucho tiempo más para vivir, preguntó alegremente, “Así que, Doctor, ¿cómo anda la futura pareja? ¿Están felices?”. Mientras las sirenas sonaban afuera, ella no paró para pensar en si misma y en su destino, y siguió preguntando, “¿Cuándo es la boda? Por favor, cuéntame todo sobre ella…”
Así es como pasó sus últimos momentos aquí en la tierra, cumpliendo con su misión de “servir a la gente necesitada las 24 horas del día, los siete días de la semana”.
Con pensamientos sobre el bienestar del otro, devolvió su sagrada alma a Su Creador.
Pero la historia todavía no termina.
En seguida después de la Shivá, los siete días del período de duelo por la Rebetzn, el Rebe mandó llamar al Dr. Feldman.
“Dime, ¿cuándo es la fiesta del compromiso?” le preguntó.
Aquella no era una simple pregunta de contestar. De acuerdo al plan original, la fiesta estaba agendada para dentro de poco tiempo, durante los treinta días luego del fallecimiento de la Rebetzn, considerados por la ley judío como un período de duelo, aunque en un grado más suave. Sin embargo, aplazar una ocasión alegre tampoco era un tema menos importante.
Antes que el Dr. Feldman pudiera responder, el Rebe continuó. “Deberá tomar lugar el día agendado originalmente, y no será más chica que lo planeado anteriormente. De hecho, ¡debería ser mayor! A pesar del protocolo que había establecido concerniendo a las fiestas de compromisos, (que debieran llevarse a cabo en una casa, sin mucha gente, para abaratar los costos), “no deberá ser llevado a cabo en una casa, sino en un salón alquilado…”-esto era algo nunca antes escuchado- “… y deberá haber música, y lo más importante: ¡mucha alegría!”
El tono del Rebe se ablandó luego y su voz se llenó de emoción cuando dijo: “Deberá hacerse así porque así es cómo la Rebetzn hubiera querido…y esto es lo que hará a la Rebetzn feliz…”
Aparentemente la Rebetzn seguía con su misión, completada a la perfección aquí en la tierra, incluso desde su elevado lugar en el cielo.
El Rebe había asegurado que su legado permanecería por siempre
Por Mendel Kalmenson
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