Compromiso y entrega
El 20 de Menajem Av, es el aniversario del fallecimiento de Rabi Levi Itzjak Schneerson, padre del Lubavitcher Rebe…
Una noche en 1935, en medio de la opresión Estalinista más feroz, una mujer golpeó en su puerta. “He venido de una ciudad distante cuya nombre no puedo mencionar. En aproximadamente una hora, mi hija y su novio también llegarán. Ambos poseen altísimos cargos en el gobierno y debido a ello su venida aquí está cargada de peligro. Los dos están de acuerdo en casarse según la ley judía, con la condición de que usted realice la boda en su casa.”
Rabi Levi Itzjak aceptó y se puso a reunir un minian para la boda. En menos de media hora, había traído a otros ocho hombres a su casa. Pero le estaba faltando el décimo. En el piso de abajo del apartamento donde vivía Rabi Levi Itzjak vivía a un judío joven que había sido contratado por las autoridades comunistas para espiar las idas y venidas de la gente a la casa del Rabino. Rabi Levi Itzjak era totalmente consciente de quién era esta persona y para qué había sido empleado. Cuando aun faltaba el décimo hombre, envió a buscar al espía.
“Necesitamos un décimo hombre para un minian, para que una pareja judía pueda casarse” le dijo a su vecino.
“¡¿Y por qué envió a buscarme a mí?!” Reaccionó el delator con absoluto asombro. Y sin embargo, consintió en participar del minian y no informó sobre la ceremonia.
Años después, el Rebe dijo: “De mi padre aprendí a no tener miedo nunca”.
De Keep in Touch, por Rabi E. Touger
Ozer Wienikursky contó acerca del traumático momento en que iba a ser enrolado en el ejército comunista ruso. Él vino a Rabi Levi Itzjak para pedir su bendición para lograr una prórroga. El Rab no sólo lo bendijo. Le dio instrucciones sumamente detalladas; especificó la fecha exacta y hora en que debía presentarse en la oficina de enrolamiento, el camino exacto para llegar allí, los capítulos de Salmos que debía decir de antemano, y exactamente cuántas monedas debía dar en caridad.
También le prescribió que cuando Ozer estuviera de pie en la entrada al edificio, debía detenerse y visualizar en su mente el sagrado nombre de las cuatro letras de Di-s. El Rab lo bendijo y le prometió que nada malo le ocurriría. Concluyó pidiendo que al retornar, le entregara un informe detallado de todo lo que había sucedido.
Wienikursky siguió cuidadosamente las instrucciones del Rab. Cuando llegó a la oficina del ejército, lo enviaron a un cuarto grande con muchas mesas. En cada una había un doctor con una especialidad diferente que tenía la responsabilidad de examinar a cada candidato que pasaba ante él, pero sólo en su área. Cada conscripto tenía que ir ante todos los doctores para determinar el verdadero estado de su salud y eliminar cualquier posibilidad de contrariedad.
“Pasé a lo largo de la fila de mesas y cada doctor me examinó” Ozer relató. “Cada uno escribió su opinión. Finalmente, llegué al escritorio del empleado que notificaba a los conscriptos de la decisión. El hombre me miró misericordiosamente y exclamó: “¿Qué está pasando con usted? ¡Pobre hombre! ¡Cada doctor le encontró algo malo y le diagnosticó padecer una enfermedad diferente!”
Ozer salió tranquilo con una exención completa del ejército en sus manos.