Jerusalem sitiada
El 10 de Tevet los judíos de todo el mundo ayunarán y rezarán,- mientras hoy Jerusalem se encuentra nuevamente sitiada…
Hoy, 2430 años después, Jerusalem se encuentra nuevamente sitiada.
Es verdad, podemos comprar todo el alimento que queramos, o podemos tomar nuestro automóvil y dirigirnos hacia Tel Aviv ( o a cualquier otra ciudad) y encontrar los supermercados repletos de Corn Flakes, y yogurt bajas calorías.
Pero se trata de un sitio tan mortal y terrible como ninguna otra ciudad haya conocido.
Leemos en los diarios y escuchamos en los noticieros, que dentro y fuera de la ciudad, a lo largo de todo el país, el enemigo arroja piedras, bombas, morteros y balas a soldados, colectivos escolares, automóviles particulares, sin hacer diferencia.
Elabora emboscadas contra hombres, mujeres y niños indefensos que retornan de sus trabajos y los asesina a sangre fría. Y la lista es mucho más larga y dolorosa.
Los asesinos son conducidos por el odio, los expertos y los políticos por la vanidad y la ingenuidad, y todos juntos pueden arrancar el “corazón” de Israel de su cuerpo.
Pero lo más temible es ver que la historia se repite. El Talmud describe cómo en lugar de unirse frente al enemigo común, las diferentes fracciones de los iehudim se peleaban dentro de la ciudad sitiada. “Debido al odio infundado entre los judíos Jerusalem fue destruida”, concluye el Talmud.
El Rebe de Lubavitch pregunta: ¿Por qué el Talmud insiste en que era “odio infundado”? ¿Acaso no existían diferencias tanto ideológicas y pragmáticas, que dividían a los judíos? Pero ninguna razón- explica el Rebe- es suficiente para provocar odio. Nuestro común destino llega mucho más profundo que cualquier otra causa de animosidad. Todo odio, entonces, es odio gratuito.
Por eso, si el “odio infundado” fue la causa de la destrucción, continúa el Rebe, su remedio es el“amor gratuito”– nuestro redescubrimiento de la unidad intrínseca, que anula toda razón de discordia y conflicto.
Recemos por Jerusalem, alentemos y ayudemos a quienes la defienden, y mostremos amor a nuestros hermanos judíos– no importa cuánto o cómo él o ella difiera de nosotros. Pues si existe una virtud en el hecho de estar sitiados es, que estamos todos juntos en esto.