Vaigash – El falso enemigo
Básicamente, hay dos maneras de mover un objeto de un lugar a otro. Uno puede tomar el camino directo, o…
Básicamente, hay dos maneras de mover un objeto de un lugar a otro. Uno puede tomar el camino directo: moverlo en línea recta desde el punto A hacia el B. O puede tomar la ruta indirecta: volar de Buenos Aires a San Pablo vía Madrid, o disparar un e-mail catorce veces alrededor del globo para que le llegue al tipo en el próximo cubículo.
Ahora miremos la historia de Iosef y sus hermanos. El propósito del ejercicio, estamos todos de acuerdo, era mover a Jacob y a los setenta miembros de su casa, desde Hebron, Canaan a la tierra de Egipto (aproximadamente 200 millas en línea recta por la península del Sinai). Allí, en Egipto, la primera familia de judíos experimentaría el estado de galut (exilio, fuera de lugar, sumisión a la ley extranjera) como fue profetizado su abuelo Abraham en el “Pacto entre las partes”. La experiencia los prepararía para los próximos mil años de historia judía, mayoría de los cuales sufrirían desafíos y oportunidades del galut.
Y esto es como Di-s (quien ciertamente tiene la opción de la ruta directa disponible para Él) hizo que pasara:
Hizo que Jacob se enamorase de Rajel. Luego arregló las cosas para que Jacob se engañe y se case con Lea en vez de Rajel (al final, Jacob consigue casarse con Rajel también). Unos celos permanentes entre Iosef (el hijo de Rajel y preferido de su padre) y los hijos de Lea (más grandes, numerosos, y un poco molestos por la situación). Iosef es vendido como esclavo por sus hermanos y languidece en un calabozo durante una docena de años, antes de convertirse en virrey de Egipto–el gobernante más eficaz de la nación más poderosa en la tierra. Una hambruna en la Tierra de Canaan compele a los hermanos a buscar comida en Egipto y se someten a las maquinaciones crueles del gobernante egipcio. Sólo que realmente no es un egipcio (es Iosef) y realmente no está siendo cruel (está enseñándoles una lección de amor fraternal). Iosef los empuja al límite, al punto de tener que elegir entre dejar a Benjamín (el otro hijo de Rajel) o enfrentarse al hombre que tiene el poder entero de Egipto. Los hermanos, liderados por Judá, se niegan a ser intimidados y confrontan el “egipcio”. A estas alturas, Iosef revela su identidad y los invita todos a establecerse en Egipto.
Claro, tu e-mail finalmente llegó al escritorio de tu colega. Para algunos esto sería la única cosa que importa. Pero el más inquisitivo de entre nosotros preguntará: ¿por qué tenía que viajar vía Tallahassee, Bangkok, Kiev y Pretoria para llegar allí?
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Pero primero debemos preguntar: ¿Qué es el galut? Si entendiéramos qué es el galut, quizás también entenderíamos por qué llegamos ahí de la manera en que lo hicimos.
El verdadero logro sólo es posible bajo condiciones de libertad absoluta. Una persona debe estar por completo en control de su vida, libre de cualquier tipo de constreñimiento y estorbos. Pero estar “en control” trae complacencia y pereza espiritual; sólo cuando hay desafío y opresión, cuando se está compelido a resistir y batallar venciendo las circunstancias, hace que el ser humano se eleve y muestre su verdadero potencial.
Ésta es la paradoja del galut. Para que el galut funcione, debe ser real–debemos experimentar las fuerzas externas, ajenas a nuestra naturaleza y misión en la vida, constriñéndonos, desafiándonos y obligándonos a utilizar nuestras reservas más profundas de fortaleza y compromiso. Pero para que el galut funcione debe ser falso. Debemos ser libres en esencia, por muy esclavizante que sea la “experiencia” del galut.
Y así fue que comenzó el galut: con la “opresión” de los hijos de Israel por el gobernante de Egipto. Cuando los hermanos estaban de pie delante Iosef, experimentaron las paredes del poder egipcio que los rodeaba, privándolos de su libertad, haciéndolos dependientes del virrey para su propia subsistencia, desafiando lealtades entre ellos. Al mismo tiempo, una verdad cubrió la superficie más allá de la realidad de la superficie–la verdad que todo es una farsa, una ficción auto-fabricada, que en cualquier momento la máscara caerá y el “gobernante de Egipto” se revelará como su propia carne y sangre.
Y así es también con los desafíos diarios que enfrentamos como pueblo y como individuos. Éstos son muy reales–reales en que exigen de nosotros lo mejor. Al mismo tiempo son absolutamente falsos–invenciones de nuestra propia fabricación, proyecciones de nuestras propias ilusiones, sombras de nuestra propia luz. Necesitamos sólo pararnos frente a ellos con la confianza de nuestro poder inherente y libertad, y la máscara invariablemente caerá.
Yanki Tauber