Aprendiendo a reír
Si no te gustan las generalizaciones, saltéate este artículo. Lo que sigue es una versión simplificada y condensada de la historia de vida de un típico hombre.
Comenzamos atados de la correa, cosechando una pelea con esta cosa llamada vida. “¿Es este el mundo al cual nos trajiste?” les reprochamos a los adultos. “¿Esto es lo mejor que pudieron hacer? Nosotros vamos a cambiarlo, vamos a darlo vuelta, a arreglar diferentes cosas, mataremos la maldad, rejuveneceremos al bien, ¡sólo esperen y vean!”
Y vamos por ello, por diez, veinte años estamos de fiesta. Sufrimos, trabajamos, agonizamos, nos alegramos con nuestras victorias, y, gritamos con júbilo, retomando la batalla. Pero, por supuesto, eventualmente se desgasta. Empezamos a darnos cuenta qué mezquinas eran nuestras victorias, qué superficiales nuestras agonías. “Tómalo con calma” comenzamos a decirnos a nosotros mismos con más y más frecuencia. “Relájate”.
Aprendemos a saborear los pequeños placeres mundanos. “Hey”, nos decimos a nosotros mismos (y a las generaciones más jóvenes, pero ellos no entienden), “de esto se trata la vida. Encuentra tu rincón, paga tus cuentas, haz a los otros, escucha música, relájate”.
Y por diez, o quizá veinte años nos relajamos. Y luego, un día, nos damos cuenta qué es lo que falta: ¡Ya no nos divertimos más!. Y nos preguntamos: ¿Esto es todo lo que hay para hacer? Si el propósito de todo es tener paz y tranquilidad, entonces no haber nacido también hubiera sido pacífico y silencioso también, ¿no es así?
¿Qué ocurre luego? Podemos atascarnos ahí, en el pozo de mediados de vida que se extiende hasta el fin de nuestra vida. O podemos redescubrir la exuberancia de la vida, pero un lugar mucho más profundo, más intrínseco que el de nuestra niñez.
En la Torá, estas dos etapas están investidas en dos personalidades: Noaj e Itzjak.
Noaj era un sobreviviente. En un mundo inundado de corrupción, él se mantuvo fuerte. Cuando el diluvio envolvió la tierra, Noaj encontró refugio en su arca, dentro de aquellas paredes que prevalecieron. El león convivió bajo el mismo techo que la oveja, y la violencia rugiendo afuera quedó acorralada.
En la Torá, un nombre es todo: descifra el nombre de una cosa o de una persona, y has revelado su esencia. Noaj, en hebreo, significa “tranquilidad”, “comodidad”. ¿Cónoces jubilados felices? Seguramente se llamen Noaj.
Itzjak, en hebreo, significa “risa”. En el caso de Itzjak, la conexión con la historia de su vida no es aparente de inmediato. Por lo tanto, es difícil captar lo que su nombre sugiere. De hecho, es casi invisible: aunque él fue el patriarca que más vivió de los tres, la Torá casi que no nos cuenta nada sobre él. Hay un capítulo dedicado a contarnos cómo el padre fue preparado para sacrificarlo, un capítulo de cómo el padre mandó a su sirviente para encontrarle una esposa, un capítulo de cómo su esposa e hijo lo engañaron. ¿Pero qué es lo hace Itzjak?
Bueno, se nos cuenta de que trabajó la tierra y plantó cultivos, el único de los tres Patriarcas que lo hizo (Abraham y Iaakov eran pastores). Y hay un reporte detallado de los pozos que él cavó.
Itzjak nos enseña, últimamente, que la risa de la vida viene, paradójicamente, del trabajo modesto. Si quieres biografías escritas sobre ti, conviértete en un guerrero. Si buscas tranquilidad, conviértete en un pastor. Pero si es alegría lo que buscas, conviértete en un granjero y en un cavador de pozos. Ara y siembra debajo de la superficie de tu existencia, para tocar sus fuentes de placer.
Hay muchas formas de traducir la palabra hebrea “toldot”: “descendencia”, “producto”, “logro” y “historia de vida”. El Rebe de Lubavitch señala de que hay dos parshiot (porciones semanales de la Torá) que comienzan con las palabras, “Y estos son los toldot de…”. Está la parshá que comienza: “Y estos son los toldot de Noaj” (Génesis 6:9), y la parshá que comienza con “Y estos son los toldot de Itzjak” (Génesis 25:19). La primer parshá, que nos cuenta la vida de Noaj, se llama: Noaj. Y la segunda parshá, que es la única que se centra en la personalidad de Itzjak, se llama simplemente Toldot.
Los nombres significando todo, ¿Qué es lo que la Torá nos está diciendo? Que la historia de la vida de Noaj es la historia de Noaj; pero la historia de Itzjak es la historia de la vida misma. El hombre puede madurar como un Noaj, pero eventualmente debe descubrir su Itzjak interno.
¿Qué hay con las mujeres? Con las mujeres es la misma historia, sólo que a ellas no les tarda tanto descubrirlo. Las mujeres son optimistas naturales.
Por Yanki Tauber