Parsha Behalotjá – “Un viaje en tren”
El sistema ferroviario ofrece dos modos de viajar: con el tren expreso, o por medio de una línea local. El tren expreso lleva a sus pasajeros veloz y directamente a su destino. El tren local, que usa la mayoría de los pasajeros viaja más lentamente y hace muchas paradas a lo largo del viaje…
Estas paradas son de dos tipos. Hay estaciones menores, en las que el tren para por apenas unos breves instantes para tomar pasajeros. Y hay estaciones importantes que son de mucha mayor duración, pues aquí abordan el tren no solamente pasajeros humanos sino también ganado y otras cargas. Esta es una operación que demora su tiempo, pues los animales están asustados por la conmoción (con sobrados motivos — están camino a ser des-animalizados y convertidos en nutrición humana), y la carga es pesada y abultada.
Antes de que el tren parta de la estación, hace sonar su silbato para notificar a los pasajeros atareados con sus maletas (o que quizás han olvidado que tienen un viaje por hacer) que es hora de embarcar. Una, dos, tres veces resuena el silbato, y cuando también esto es en vano, el tren comienza a moverse lentamente, para mostrar que es en serio y que ésta es la última oportunidad para saltar a su interior antes de que cobre velocidad y deje la estación atrás.
Limitaciones del apuro
Respecto de la Redención Final, y la era de perfección y paz universal que introducirá, el Profeta vaticina: “Yo, Di-s, la aceleraré en su tiempo”. Sobre ello pregunta el Talmud: Si la Redención tendrá lugar “en su tiempo”, entonces, por definición, no ha sido acelerada; y si es acelerara, ¡no es “en su tiempo”!
El Talmud explica que el Profeta está hablando de dos posibles rutas por las que puede producirse la Redención. Si la humanidad está en un estado de “mérito”, será acelerada; si, sin embargo, somos “no meritorios”, la Redención vendrá “en su tiempo”.
La enseñanza jasídica agrega que, en cierto sentido, una redención que viene “en su tiempo” es superior a una redención “acelerada”. Una redención acelerada es una que se impone desde Arriba sobre un mundo todavía imperfecto; la naturaleza propia de la realidad no ha cambiado, sino que ha sido abrumada por una infusión de luz Divina. Por el otro lado, una redención que viene “en su tiempo” significa que el mundo se ha transformado desde adentro, a su propio ritmo, por sus propios procesos interiores. Así, es más profunda y más auténtica que una redención “acelerada”.
La realidad de cada persona consiste de tres componentes básicos. En el núcleo de nuestro ser está nuestra “Alma Divina”, la chispa de Divinidad que impulsa nuestra búsqueda de auto-trascendencia. Este es el “hombre” en el hombre, aquello que distingue al ser humano de todas las demás creaciones.
Envolviendo al Alma Divina hay un “alma animal”, cuyos impulsos e instintos el hombre comparte con todas las demás cosas vivientes. Estos incluyen los impulsos de auto-conservación, auto-propagación y auto-satisfacción. En el hombre, estos podrían asumir formas más “civilizadas” y “sofisticadas”, pero siguen siendo, en esencia, animales.
Extrínseco a ambos, las almas Divina y animal, está nuestro cuerpo físico y ambiente físico. Este es el tercer elemento, más material e “inerte” de nuestra realidad, desprovisto incluso de la limitada espiritualidad del alma animal.
Una redención acelerada abraza sólo al Alma Divina del hombre, que por naturaleza es receptiva a lo Divino. Los otros dos componentes —el alma animal y el mundo material— se ven afectados sólo de afuera. Podrían verse “arrastrados” cuando la chispa Divina del Alma Divina emerge en llama, pero en cuanto a ellos mismos respecta, no han sido verdaderamente redimidos.
La Metáfora
La vida es, así, comparable al ferrocarril. Hay trenes expreso que toman la ruta directa hacia el fin de la línea. Pero estos sólo llevan pasajeros de la clase más alta. Los pasajeros de “pequeño pueblo”, los animales y la carga inanimada resultan demasiado engorrosos para una marcha tan veloz.
El tren local los lleva a todos: a los rezagados, a los animales que aspiran ser absorbidos por los humanos, a los materiales en bruto que aspiran hacia la utilidad humana. Hay muchas estaciones en este viaje, de duración más larga o corta según la necesidad; hay un segundo y un tercer aviso para quienes se han retrasado; hay muchas clases de vagones, diseñados para las necesidades particulares de cada tipo de pasajero.
Todo esto exige un progreso mucho más laborioso hacia el destino definitivo. Pero mientras el tren expreso logra su objetivo más veloz y suavemente, sus logros son más estrechos en extensión, y más someros en profundidad, que los del tren local.
Lo que es cierto del ferrocarril de la historia se aplica también a nuestros viajes individuales. En nuestra búsqueda de redención personal, también nosotros tenemos la elección entre estas dos rutas. Podemos esforzarnos por estimular lo que es más alto y más Divino dentro de nosotros, y presumir que todo lo demás se verá “arrastrado” con ello. O bien podemos tomar la ruta más lenta, más laboriosa, de refinar y desarrollar también los elementos “animal” e “inanimado” de nuestro ser y mundo, hacia una menos veloz, pero más profunda, redención.
Basado en Likutéi Sijot, Vol. II, págs. 445-446
Extraído de “El Rebe Enseña” Editorial Lubavitch Sudamericana