Parsha Shoftim
“Dos Testigos”
Mediante dos testigos… será establecida una cosa.
— Deuteronomio 19:15
La ley de la Torá distingue entre dos tipos de testigos.
El primero “establece una cosa” sólo en el sentido de que nos informan de su existencia. Por ejemplo, si Rubén tomó prestado $100 de Shimón, su obligación de devolver el dinero existe no importa si hubo testigos del préstamo o no. Sólo que, sin los testigos, la corte no tendría prueba suficiente de la existencia de la obligación (en caso de que Rubén la negara) y no podría obligar a Rubén a cumplirla. Esta categoría de testigos se llama eidei birur— “testigos aclaratorios”.
Una segunda categoría de testigos “establece una cosa” literalmente:
sin su atestiguar, la cosa no existiría. Por ejemplo, la ley de la Torá requiere que una boda sea presenciada por dos testigos válidos, observantes de la Torá. Sin estos testigos el casamiento no se hace efectivo, aun cuando todas las partes involucradas admitan que todo lo demás estuvo en orden. Esta categoría de testigos se llama eidei kiúm —“testigos constituyentes”— pues su presencia en el evento es parte integral del proceso que establece y constituye un nuevo estado legal.
Los testigos aclaratorios y los testigos constituyentes son “testigos”, ambos, en razón de que observan un cierto hecho u ocurrencia. Pero difieren enormemente en su función y en la manera en que la cumplen.
Los testigos aclaratorios cumplen su función atestiguando ante la corte; si fueron testigos del préstamo pero no cuentan a la corte qué vieron, su observación no tiene ninguna importancia legal. Los testigos constituyentes, en cambio, cumplen su función con apenas observar el suceso; es su observación lo que establece el hecho, aun cuando nunca atestigüen acerca de lo que vieron.
Esta diferencia esencial entre los testigos aclaratorios y los testigos constituyentes se traduce en varias diferencias legales. Por ejemplo: mientras que la ley de la Torá exige que los testigos sean sometidos a un interrogatorio cruzado, este requerimiento se aplica sólo a los testigos aclaratorios pero no a los constituyentes. El interrogatorio cruzado es parte del proceso testimonial: el testimonio puede entenderse adecuadamente y ser plenamente convincente para la corte sólo cuando ésta repregunta a los testigos. Así, los testigos aclaratorios, cuya función es atestiguar la veracidad de un suceso o hecho, requieren ser repreguntados. No así los testigos constituyentes, cuya presencia durante el suceso, más que su testimonio propiamente dicho, es lo que establece su veracidad’.
La Naturaleza y el Nombre
La Torá es el plano maestro de Di-s para la Creación. Cuando la Torá narra un suceso ocurrido en un momento particular de la historia, o decreta una ley respecto de un conflicto o relación particular entre dos individuos, también está describiendo la estructura misma de la vida y la realidad. Cada historia contiene una verdad universal; cada ley se refiere a nuestra relación con Di-s y al propósito de nuestra creación. Los dos diferentes tipos de testigos descriptos arriba, y las distinciones legales entre ellos, aluden no solamente al testimonio en casos de préstamos y casamientos, sino también a los testigos cósmicos que establecen la verdad de todas las verdades: la todo-saturante verdad de Di-s.
Dos testigos dan testimonio de la realidad Divina: la naturaleza y el hombre.
“Hoy he colocado por testigos para ustedes a los cielos y la tierra”, dice Moshé a los hijos de Israel. Pues, ¿no expresa la tierra, desde la energía vital en cada brizna de pasto hasta la intrincada estructura de cada una de sus motas de polvo, la sabiduría de Di-s? ¿No refleja la inmensidad de los cielos la infinitud de su Creador? “Cuando veo Tus cielos”, canta el Rey David, “la obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que has establecido… las bestias del campo, los pájaros del cielo, el pez del mar… O Di-s nuestro Señor, ¡Cuán majestuoso es Tu Nombre en toda la tierra!”
El segundo testigo es el hombre. En las palabras del Profeta:
“Vosotros sois Mis testigos, dice Di-s”. El hombre presta testimonio de la verdad de Di-s a través de su observancia de las mitzvot, los mandamientos Divinos. Cuando una persona se pone tefilin, el cuero, el pergamino y la tinta que los conforman, el brazo y la cabeza sobre los que se ciñen, la mente que medita acerca de su significado y el corazón que es estimulado por el acto — todos estos se convierten en instrumentos de la voluntad Divina, los medios a través de los cuales se cumple un mandamiento Divino. Cuando una persona contribuye para caridad, la mano que hace la entrega, el metal o papel que facilita el intercambio, y la energía y los recursos que se invirtieron en ganar el dinero — todos se convierten en vehículos de Divinidad. En palabras del Midrash, el ejecutor de una mitzvá está haciendo “una morada para Di-s en el mundo físico”, transformando los materiales de su vida en algo que alberga y concreta la verdad Divina.
Haciéndolo Real
La naturaleza es testigo de la verdad de Di-s, como lo es la persona que realiza una mitzvá. Sin embargo, difieren mucho en la manera y función de sus testimonios.
El primero es un “testigo aclaratorio” que testimonia la esencia Divina de la realidad; el segundo es un “testigo constituyente” que vuelve real lo Divino en nuestro mundo.
Los cielos y la tierra no hacen real a Di-s; sólo expresan Su realidad. De hecho, sólo lo hacen al ser “interrogados cruzadamente en la corte”, cuando su testimonio les es arrancado por el telescopio del astrónomo y el alma del salmista. De por sí, el mundo natural, de hecho, oculta la presencia Divina; es sólo mediante nuestro examen e interrogatorio de la naturaleza que le hacemos hablar y contarnos acerca de Di-s.
El hombre, por otra parte, es un “testigo constituyente”: su vida genera Divinidad. Cada uno de sus actos de mitzvá hacen de Di-s una realidad en este mundo, sin importar el grado de publicidad que da a sus actos o siquiera si es consciente de lo que estos logran. Como los testigos constituyentes, él provoca un cambio esencial en la realidad con que se relaciona, independientemente de si atestigua o no lo que ha presenciado.
Basado en Likutéi Sijot, Vol. XIX, págs. /88-191; 195
Extraído de “El Rebe enseña” Editorial Lubavitch Sudamericana