Parasha Devarim
¿Quién es culpable del pecado?”
Al final de nuestra Parshá la Torá trata sobre las leyes de la “becerra desnucada”- Eglá Arufá. Cuando se encontraba un cadáver en el campo, cuyo homicida era desconocido debían salir los ancianos de la ciudad más cercana a un valle rocoso, y ahí desnucar una becerra, y proclamar: “Nuestras manos no derramaron esta sangre y nuestros ojos no vieron”, y los Cohanim decían: “Expía a Tu pueblo Israel”. Y la Torá concluye: “Y les era expiado a ellos la sangre”- con ello el Altísimo les expiaba y quitaba la acusación de la ciudad.
Este precepto, que hoy en día no es posible cumplir, posee un contenido espiritual que es siempre vigente. “Un cadáver en el campo” simboliza el concepto general de pecado.
Un judío que transgrede los preceptos de la Torá, derrama- alegóricamente hablando- el espíritu de vida de santidad que está en su seno y lo traslada a manos del mal2. Él queda hecho un ‘cadáver’, carente de vida espiritual- Divina. Es aquí donde la Torá nos enseña como se arregla una situación como ésta.
EL JUDÍO ESTÁ POR ENCIMA DEL PECADO
Los ancianos de Israel deben ponerse de pie y proclamar: “Nuestras manos no derramaron esta sangre y nuestros ojos no vieron”. Ante todo deben dejar sentado que la culpa no es de ellos. Acto seguido piden del Altísimo que perdone el pecado– “expía a Tu pueblo Israel”.
Al dejar establecido el primer punto, los ancianos expresan la verdadera esencia del pecado. El judío por sí mismo no tiene relación alguna con ‘caerse en el campo’, a temas negativos. Él es una parte de Di-s de Lo Alto, tal cual, 3 una sola esencia- con Hashem- como está escrito4 “Israel y el Altísimo son un todo en uno”. El judío, por sí mismo, no está absolutamente en condiciones de separarse de Hashem y pecar contra Él. Y si de todos modos peca- la culpa no es suya.
EL DESCENSO ES EL CULPABLE
El judío se dirige a Hashem argumentando: “Nuestras manos no derramaron esta sangre”. Mis pecados no provienen de mí, sino que son consecuencia de mi descenso a un mundo material y burdo. Tú, Hashem, me enviaste a este mundo, me hiciste descender de mi apego supernal hacia Ti. Por ende, los pecados causados por este enfrentamiento con las perturbaciones de este mundo, no son – por así decirlo- culpa mía. De aquí surge también la súplica: “expía a Tu pueblo Israel”.
Siendo que también el Altísimo es ‘culpable’ de que un judío haya pecado, puesto que su pecado es consecuencia de que Hashem lo hizo descender a este mundo, Hashem tiene que perdonar y expiar al pueblo de Israel por sus pecados.
DESPERTAR LA CONCIENCIA
En el pedido de perdón hay un énfasis: “expía a tu pueblo Israel”- los hijos de Israel son Tu pueblo, parte de Tu Esencia. Están incluso en un nivel superior a la Torá5. Por lo tanto, si falta en el cumplimiento de la Torá, esto no afecta al vínculo esencial del judío con Hashem.
En realidad esta es justamente la reflexión y el ‘trabajo’ de la Teshuvá – arrepentimiento y retorno: poner al descubierto la verdadera voluntad del alma- la que ansía fervorosamente abrazar y unirse a Hashem. Despertar la conciencia de que la vida en este mundo constituye un tremendo descenso para el alma Divina.
Y entonces, cuando el judío toma conciencia de la verdad y alcanza la percepción de que él y el Altísimo constituyen una misma esencia, una esencia que no da pie a la separación- entonces es cuando puede pedir del Altísimo que lo perdone y expíe, y le conceda ser inscripto y sellado para bien, para un año bueno y dulce.
(Sefer Hasijot 5749, Tomo 2, Pág. 667)
NOTAS: 1.Devarim 21:1 en adelante 2.Ver Likutei Torá Bamidbar 13:3 3.Tania cáp. 2 4.Ver Zohar Parte 3 pág. 71,a 5.Ver Taná Debei Eliahu Rabá cáp. 14 Bereshit Rabá Parshá1:4