Parasha Tazria-Metzorá
“Cuestión de lugar”
¿Cómo puede un pueblo, que constituye un quinto del uno por ciento de la raza humana, disperso en todo el mundo, no solamente conservar su identidad en el curso de 4000 años de historia, sino incluso influir profundamente en las vidas de miles de millones?…
Cuando la Torá nos instruye a “seguir a la mayoría”’, parecería reiterar simplemente un hecho por demás básico de la vida.
Físicamente (como en un copo de nieve que cae en una tina de agua hirviendo), socialmente (como en la pequeña minoría étnica que se asimila dentro de la población general), legalmente (como en una legislatura que vota una ley), y virtualmente en toda otra esfera, la cantidad mayor abruma, diluye y hasta suprime completamente a la menor.
Sin embargo, cada tanto enfrentamos una excepción que desafía esta regla. ¿Cómo transforma radicalmente un único átomo una innumerable cantidad de sus hermanos? ¿Cómo retiene un individuo solitario su integridad en una sociedad corrupta? ¿Cómo puede un pueblo, que constituye un quinto del uno por ciento de la raza humana, disperso en todo el mundo, no solamente conservar su identidad en el curso de 4000 años de historia, sino incluso influir profundamente en las vidas de miles de millones?
Nuestros Sabios cuentan que la Torá es el “plano maestro” que Di-s consultó al crear el mundo. Así, las leyes de la Torá no solamente nos enseñan cómo implementar la voluntad Divina en nuestras vidas diarias, sino también nos brindan entendimiento acerca de las leyes y dinámica de la creación.
De modo que para comprender el poder de la mayoría y sus limitaciones debemos examinar las halajot (leyes de la Torá) particulares que rigen la relación entre cantidades mayores y menores.
Una ley, cuatro excepciones
El precepto bíblico de “sigue a la mayoría”, se aplica en muchos niveles.
Si un Bet Din (Tribunal) analiza la culpabilidad o inocencia de un acusado, o un grupo de sabios está dividido en cuanto a la interpretación de una ley, debemos seguir la opinión mayoritaria. También seguimos mayorías “estadísticas” al establecer ciertos hechos de pertinencia legal, incluso en cuestiones de vida y muerte.
Pero quizás el ejemplo más vivo del poder de la cantidad es la ley de “anulación por mayoría” (bitul berov), que declara que cuando algo se asimila dentro de una cantidad mayor, es “anulado” por ésta y pierde su identidad halájica.
Por ejemplo, si un trozo de carne no-kasher se mezcla accidentalmente con dos o más trozos de carne kasher (de tal suerte que son irreconocibles uno del otro), se anula por la mayoría; el consumo de cada uno de estos tres trozos es permisible. Hay, sin embargo, varias excepciones a la regla de “anulación por mayoría”. La principal entre ellas es la ley que declara que una “cosa destacada” (davar jashuv) no se anula dentro de una cantidad mayor.
La ley de la Torá cita cuatro categorías de semejante “preeminencia”.
1) Una categoría es la de la “criatura”: si el cuerpo entero de un animal no-kasher (por ejemplo, un insecto o gusano) llegara a mezclarse con alimento kasher, no es anulado, aun cuando el alimento kasher sea de una cantidad mucho mayor. La mezcla entera está prohibida a menos que la criatura no-kasher sea apartada.
2) Un segundo tipo de preeminencia es la del “trozo digno para ser servido”. Si el elemento no-kasher es de un tamaño y calidad que lo hacen apto para servir “ante invitados” (como lo expresa el Talmud) como una porción entera, no se anula “siquiera en mil veces”.
3) Una tercera categoría es la de un “objeto contado”, una cosa que se vende en el mercado no por peso o volumen sino por unidad”. Esto, también, clasifica al objeto como una “cosa destacada” e impide su anulación.
Una cuarta categoría es la cosa que es kavúa, “fija en su lugar”. El Talmud ofrece el siguiente ejemplo de kavúa: “Si hay nueve comercios [en la ciudad] que venden carne kasher y uno que vende carne no-kasher, y una persona compra [carne] en uno de estos comercios pero no sabe en cuál compró, la [carne] dudosa está prohibida”. La carnicería no-kasher no se anula en la mayoría porque está “fija en su lugar”: cuando una cosa tiene un espacio propio definido, el hecho de que fuera de éste predominen realidades mayores o más numerosas no disminuye, y menos aún anula, su realidad.
Preeminencia Primaria
La Halajá distingue entre leyes que son ordenadas bíblicamente y leyes decretadas por los Sabios. Mientras ambas son igualmente imperativas sobre el judío (de hecho, es un mandato bíblico “observa todo lo que ellos te instruirán”), hay ciertos aspectos de rigor que se aplican únicamente a las leyes bíblicas, a fin de distinguirlas de los decretos rabínicos.
Una de las diferencias más básicas es que, según muchas autoridades halájicas, las leyes bíblicas definen la naturaleza del objeto, mientras que las rabínicas son prohibiciones sobre la persona. (Por ejemplo, si la ley bíblica prohíbe un cierto alimento, esto indica que la substancia misma del alimento es intrínsecamente negativa y profana; por otra parte, la prohibición rabínica de un determinado alimento es apenas una prohibición sobre la persona, que no lo coma).
Los tres primeros ejemplos de no-anulación por mayoría —la “criatura”, el “trozo digno para ser servido” y el “objeto contado”— son instituciones rabínicas. En esencia, la regla bíblica de anulación por mayoría se aplicaría también a tales cosas; es una severidad por ley rabínica que, a causa de su preeminencia, no se consideren anuladas. La única instancia “verdadera” de no-anulación es aquella de “la cosa fija en su lugar”. Esta es una regla bíblica (derivada de Deuteronomio 19:11), indicado que semejante objeto es intrínsecamente no-nulificable.
Hay varios factores que permiten a la persona resistir el efecto anulador de masa y cantidad y conservar su peculiaridad en un mundo homogeneizado.
La persona podría retroceder sobre su ser natural para enfatizar su individualidad, como la “criatura” que resiste la anulación con su integridad biológica.
La persona podría poseer talentos o características excepcionales que, como el “trozo digno de ser servido”, conservan su distinción en virtud de su cualidad superior.
La persona hasta podría hacer uso de una superioridad cuantitativa (mucho dinero, por ejemplo) para establecerse a sí misma como un “objeto contado” que debe ser considerado incluso por aquellos numéricamente mayores que él.
Pero estos son “no-nulificables” de una clase superficial. En la práctica se destacan de las masas, pero en esencia, también estos son tragados y des-individualizados por aquellos.
El único individuo verdaderamente no-nulificable es el kavúa, aquel en quien la “chispa de Divinidad” que es la esencia de su alma está fija en su ser de modo que su vida se vuelve su “lugar fijo” y hábitat.
Cuando la esencia inviolable del hombre encuentra un lugar de durabilidad y definición en su vida, ninguna fuerza externa, por más formidable que fuere, puede obnubilar las fronteras de su ser.
Basado en Reshimot Nº2, pág. 12
Extraído de “El Rebe enseña”, Editorial Lubavitch Sudamericana