Crea en sus Hijos
En los sucesivos estudios realizados acerca de logros académicos los estudiantes judíos, así como las instituciones de enseñanza judías, ocupan los primeros lugares. ¿Cómo llegan a eso? ¿Cuál es el secreto de su éxito? Un punto de vista frecuente es que los chicos judíos son, por naturaleza, mentalmente más ágiles. Muchos judíos están convencidos de la existencia de una inteligencia judía innata. En mi opinión, la propia popularidad de esta idea absurda refuta completamente esta teoría.
Si bien hay un sinnúmero de influencias, creo es la confianza que los padres judíos inculcan en sus hijos lo que los lleva a ser académica y luego profesionalmente exitosos. Los chicos judíos no son necesariamente más brillantes que otros niños, pero creen que lo son. Toman el estereotipo como ejemplo. Los niños que creen que son estúpidos fracasan, independientemente de su coeficiente intelectual. Los niños que creen que pueden ser exitosos generalmente tratan de serlo.
Cuando era chico alguien una vez me dijo, “eres muy inteligente,” y yo traté de probar que tenía razón. Y, en otra oportunidad hubo quien dijo que yo era incompetente, y también traté de adaptarme a ese concepto. Los estudios educacionales han mostrado que las percepciones tienen un enorme papel en el eventual éxito o fracaso de un joven. Los maestros que piensan que tienen alumnos inteligentes les exigen más y esperan logros, mientras que los maestros que creen que tienen estudiantes malos invariablemente producen alumnos que no rinden de acuerdo con sus capacidades.
En una oportunidad, el primer día de clase una joven maestra recibió la lista de sus alumnos. Al lado del nombre de cada niño figuraba un número. A la maestra le llamó la atención que todos los números estaban entre 80 y 100, y pensó que le había sido asignada una clase de alumnos brillantes, que todos habían obtenido calificaciones máximas en el año anterior. Halagada por haber recibido chicos tan excepcionales se puso como meta que estuvieran a la altura de su potencial y les exigió permanentemente a través de su constante apoyo. Efectivamente, ese año la clase fue la que tuvo la mejor actuación del año, más allá de todas las expectativas, ya que en realidad a la maestra le había sido asignada una clase de alumnos con bajo rendimiento. El número que aparecía al lado del nombre de cada alumno ¡era el de su casillero!
Si crees que puedes -o no puedes- hacer algo: ¡tienes razón! El hecho básico es que nunca podrás exceder lo que piensas sobre ti mismo; si tienes un concepto limitante acerca de ti mismo, esta idea es una garantía de fracaso. Cambia este concepto al de una confianza positiva en ti mismo y cuentas con una excelente posibilidad de éxito.
Los niños toman muy en serio a los adultos que los rodean. Si nuestros hijos están realmente convencidos que creemos en ellos, confiarán en que esto es cierto y actuarán de acuerdo con esta idea. Lamentablemente, también lo contrario es cierto.
La mejor bendición que puedes darle a tus hijos a través de tus palabras es: “sé que puedes hacerlo”. Y, cuando cumplen con tus expectativas, decirles: “¿ves? pudiste hacerlo”.
Los chicos judíos son exitosos porque nuestra tradición siempre ha creído en el potencial humano y en la riqueza de la juventud. Esas son las creencias que tenemos acerca de nuestros hijos, ellos simplemente las convierten en realidad.
Si bien hay un sinnúmero de influencias, creo es la confianza que los padres judíos inculcan en sus hijos lo que los lleva a ser académica y luego profesionalmente exitosos. Los chicos judíos no son necesariamente más brillantes que otros niños, pero creen que lo son. Toman el estereotipo como ejemplo. Los niños que creen que son estúpidos fracasan, independientemente de su coeficiente intelectual. Los niños que creen que pueden ser exitosos generalmente tratan de serlo.
Cuando era chico alguien una vez me dijo, “eres muy inteligente,” y yo traté de probar que tenía razón. Y, en otra oportunidad hubo quien dijo que yo era incompetente, y también traté de adaptarme a ese concepto. Los estudios educacionales han mostrado que las percepciones tienen un enorme papel en el eventual éxito o fracaso de un joven. Los maestros que piensan que tienen alumnos inteligentes les exigen más y esperan logros, mientras que los maestros que creen que tienen estudiantes malos invariablemente producen alumnos que no rinden de acuerdo con sus capacidades.
En una oportunidad, el primer día de clase una joven maestra recibió la lista de sus alumnos. Al lado del nombre de cada niño figuraba un número. A la maestra le llamó la atención que todos los números estaban entre 80 y 100, y pensó que le había sido asignada una clase de alumnos brillantes, que todos habían obtenido calificaciones máximas en el año anterior. Halagada por haber recibido chicos tan excepcionales se puso como meta que estuvieran a la altura de su potencial y les exigió permanentemente a través de su constante apoyo. Efectivamente, ese año la clase fue la que tuvo la mejor actuación del año, más allá de todas las expectativas, ya que en realidad a la maestra le había sido asignada una clase de alumnos con bajo rendimiento. El número que aparecía al lado del nombre de cada alumno ¡era el de su casillero!
Si crees que puedes -o no puedes- hacer algo: ¡tienes razón! El hecho básico es que nunca podrás exceder lo que piensas sobre ti mismo; si tienes un concepto limitante acerca de ti mismo, esta idea es una garantía de fracaso. Cambia este concepto al de una confianza positiva en ti mismo y cuentas con una excelente posibilidad de éxito.
Los niños toman muy en serio a los adultos que los rodean. Si nuestros hijos están realmente convencidos que creemos en ellos, confiarán en que esto es cierto y actuarán de acuerdo con esta idea. Lamentablemente, también lo contrario es cierto.
La mejor bendición que puedes darle a tus hijos a través de tus palabras es: “sé que puedes hacerlo”. Y, cuando cumplen con tus expectativas, decirles: “¿ves? pudiste hacerlo”.
Los chicos judíos son exitosos porque nuestra tradición siempre ha creído en el potencial humano y en la riqueza de la juventud. Esas son las creencias que tenemos acerca de nuestros hijos, ellos simplemente las convierten en realidad.
POR YAAKOV LIEDER