De Bereshit a Januca
Ocho días de luz creciente. Ocho días de luz que unifican la mirada en nuestra existencia, en nuestro ser judío. 36 velas que arden nos conectan en forma directa con la luz original. La alteración de las leyes naturales revela el milagro…
Laura Iehudit Amar
Ocho días de luz creciente. Ocho días de luz que unifican la mirada en nuestra existencia, en nuestro ser judío. 36 velas que arden nos conectan en forma directa con la luz original. La alteración de las leyes naturales revela el milagro y nos sorprende. Hay aceite sólo para un día, pero alcanza para ocho. Entonces la sorpresa, lo no conocido nos maravilla y comprendemos que Hashem a veces se manifiesta en forma de milagro. El milagro se instala en nuestra realidad ordinaria en forma casi subversiva, nos invita a replantearnos nuestra situación actual. Aieka. Dónde estoy, en medio de la vorágine de las ocupaciones cotidianas, dónde está mi centro, mi esencia, dónde pongo el acento, en qué punto equivoco la mirada y me olvido de mí misma . Dónde y cúando hacer el click y reubicar todas las piezas para poner a Hashem en cada manifestación de la vida. La mente nos engaña una y otra vez, las experiencias a veces difíciles nos llevan a dejarnos caer y desarrollamos actitudes escépticas que se ven aumentadas por deseos no satisfechos y frustraciones, y ya nos cuesta ver señales de divinidad en nuestras vidas. Nos sentimos gobernados por fuerzas extrañas . Y entonces, si nos damos cuenta, podemos pegar el salto, recordar quiénes somos, guiarnos desde nuestro ser judío.
Hace sólo un par de meses comenzamos nuevamente el ciclo de la Creación, donde todo es novedad, donde sólo era el caos, y luego existe el orden, la noche es seguida del día, las aguas se dividen, y el mundo es creado a partir de la nada. El hombre es creado a partir de la nada. No podemos concebir esa idea de crear algo a partir de nada, ya que no fuimos creados con ese poder que sólo El tiene. Pero sí podemos maravillarnos ante la narración de Bereshit bara Elokim, y aunque no seamos capaces de entender, nuestra fe nos indica esa certeza y el reconocimiento del origen del mundo. Ocurre que olvidamos esa ley cotidianamente. Ocurre que no reconocemos que somos creados hoy y ahora, y que Hashem insufla la creación a cada instante para mantenerla en su status, y que más allá de nuestra realidad inmediata no existen el tiempo ni el espacio. Sólo nos guiamos por nuestros parámetros humanos, nuestra psiquis está diagramada en tiempo y espacio, lo ya conocido, lo aprendido, las pautas culturales y emotivas, y no vemos el milagro a cada instante, ni nos maravillamos de estar vivos cada mañana. Es difícil llevar en nuestra mente conciente esta idea en forma permanente. Debemos resolver situaciones vitales todos los días, debemos lidiar con dificultades materiales en forma constante, y de a poco nuestra mente se va formateando para atender lo urgente, lo cotidiano. A veces la tefila se vuelve seca y fría. Las mitzvot se nos empiezan a entumecer en el corazón y la mente. Y entonces viene el mes de Elul con fuerza renovadora, o el mes de Adar, con la alegría de Purim, luego los preparativos de Pesaj nos sumergen de lleno en la eliminación del jametz. Necesitamos de ese ciclo que vuelve a repetirse año tras año, y Baruj Hashem tenemos Pesaj, Rosh Hashana, Iom Kipur, Sucot, Januca. Todas festividades que nos recuerdan nuestro vínculo con lo trascendente, nuestro poder de sorprendernos, de asombrarnos, y al mismo tiempo de vivenciar la alegría que nace de tomar conciencia de este vínculo inigualable con Hashem. Los Rebeim nos instaron a trabajar cotidianamente este vínculo, a revelarlo en nuestro pensamiento, habla y acción, y trascender los aspectos negativos y transformarlos en manifestaciones positivas.
En Januca el pueblo judío se salvó por su mesirut nefesh, a través de sus protagonistas principales, Iehudit y los Macabeos. Los judíos habíamos incorporado la cultura de los griegos, en el apogeo de su civilización, identificándonos con algunos de sus valores. Habíamos ido perdiendo el brillo único que nos dan las mitzvot y la integridad del nefesh elokit. Israel se subordinó y asimiló bajo el fulgor de la estrategia griega, subyugado por su intelectualidad y sus ideas. Los griegos se destacaban en lo intelectual, tenían un desarrollo de su filosofía que cuestionaba la existencia del mundo y del hombre, pero no reconocían que el hombre debiera someter sus actos a la voluntad de un Di-s Unidad. Su religión se basaba en mitos intrincados, y los escritores de la época elaboraban su literatura a partir de estos mitos. Eran politeístas y absolutamente paganos, recogían de diferentes culturas distintas tendencias, y las incorporaban a su práctica religiosa. Sus dioses eran casi humanos, competían y se disputaban el poder como hombres, llenos de pasiones. Ese fue el bagaje cultural que influyó a Roma, y a través de ellos al resto del mundo, hasta el día de hoy. Los judíos se sintieron atraídos por el ideal griego de ampliar el conocimiento humano en la ciencia, la ética, la filosofía y el arte, en desmedro de las mitzvot.
De Bereshit llegamos a Januca. La luz de Januca no es una luz común, proviene de una revelación transnatural. Tiene relación directa con la luz que proviene del día de la creación de Adam haRishon, que fue creado el sexto día, antes de shabat, y ese día no hubo noche, la luz brilló 36 horas, así como a lo largo de los ocho días de Januca encendemos 36 velas en total. Esa luz que vuelve a revelarse en cada Januca es también la luz de la Redención, es una luz que está fuera del orden natural, y volverá a brillar en su esplendor con Mashiaj.
La herencia griega sigue vigente en el mundo occidental. Tal vez ahora se manifieste de otro modo, con avances tecnológicos, la moda y la industria de la estética que dicta modelos de belleza, las múltiples búsquedas de una espiritualidad a través de las improvisadas corrientes new age, y el sincretismo indiscriminado y confuso de paradigmas opuestos, la globalización de los valores culturales gobernados por la informática y los medios masivos de comunicación.
Debemos esforzarnos en no cometer los errores del pasado, debemos transformar las pautas culturales del mundo a nuestro favor, no asimilarnos, y no caer bajo el gobierno del materialismo. En cambio, utilicemos los recursos del mundo actual a nuestro servicio, el servicio de la voluntad de Hashem. No nos dejemos gobernar por fuerzas extrañas, por deseos guiados solamente por nuestro alma animal. Dejemos que nuestra neshama se exprese. En todo puede brillar Di-s. Depende de nuestra actitud.
Encendamos las velas de Januca pensando que somos creados en cada instante a partir de la nada, como Adam, y que al encender estas velas estamos atrayendo al mundo una luz nueva. Vivenciemos el milagro de Januca llevando a nuestro corazón y mente que es El el que guía nuestra vida, y depende de nosotros reconocerLo y trascender nuestra naturaleza, haciendo de nuestra existencia una revelación del íntimo vínculo entre el mundo y la unidad de Di-s.