El ingrediente secreto de un matrimonio exitoso
¿Cuál es el ingrediente secreto, misterioso, necesario para reunir las dispares personalidades de una pareja? El ingrediente…
Tehilla Abramov
¿Cuál es el ingrediente secreto, misterioso, necesario para reunir las dispares personalidades de una pareja? El ingrediente de consolidación es lo máximo en intimidad: intimidad física.
La intimidad física está destinada a ser placentera. Miles de años antes de Masters y Johnson y el movimiento de liberación femenina, la tradición judía reconoció la importancia de que las mujeres obtengan tanto placer de la intimidad física como los hombres. Una de las obligaciones de un marido judío es dar a su esposa placer físico.
Pero la intimidad es más que tan sólo placer momentáneo. El judaísmo ve la intimidad física como el vehículo máximo para expresar intimidad emocional, para crear cercanía. Por consiguiente la ley judía la limitó a un marco donde el vínculo emocional sea esencial. Una persona que se ocupa en expresiones superficiales de este aspecto tan personal de la vida se desensibiliza de la dimensión emocional de la experiencia. Esta falta de sensibilidad debilita a la persona emocional y espiritualmente. Cuando la gente de este modo debilitada se casa, tiene dificultad en volver a despertar su sensibilidad y lograr verdadera intimidad.
El compromiso completo y la cercanía emocional del matrimonio permiten que las relaciones físicas sea la más intensa, potente y poderosa experiencia posible. Tal experiencia es posible cuando conservamos y reservamos toda nuestra sexualidad para nuestro cónyuge.
Las personas fueron creadas de tal modo que se supone que sean sensibles a cada vista, hasta el más ligero contacto. Se supone que cada interacción entre marido y mujer sea significativa, hasta una mano rozando un hombro. Dirigiendo este lado íntimo nuestro a una sola persona, lo preservamos y realzamos. Compartiendo esta experiencia con otros, ya sea mediante el habla, el vestido o la acción, diluye su poder. Es una triste verdad que somos la generación más sobreexpuesta de la historia.
Puesto que las relaciones físicas juegan un papel significativo en la consolidación de un matrimonio, es de suma importancia que sean siempre significativas y agradables. Uno de los problemas que más comúnmente se encuentra en el matrimonio es el aburrimiento en la intimidad física, que inevitablemente crea tensión y puede contribuir a que se agrie una relación. La Dra. Domeena Renshaw, directora de la Sexual Dysfunction Clinic de la Universidad de Loyola de Chicago, declara que el 80 % de los divorcios de la sociedad occidental se produce a causa de la disfunción dentro de la vida íntima de la pareja. Además, el 50% de las parejas que permanecen casadas tiene problemas en este área. Una frecuencia excesiva en las relaciones íntimas que invita al rechazo es ciertamente un factor significativo en estos problemas.
La solución más natural a la situación, a fin de vigorizar la relación, es un cese temporal del contacto físico. Esto no significa distancia emocional. Los investigadores experimentaron con este concepto y descubrieron que funcionaba bellamente: en el laboratorio. Tan pronto como la pareja volvía al hogar, no obstante, su auto-impuesto acuerdo de separación no funcionaba. Empezaban a encontrar excepciones a las reglas que habían creado, que provocaban confusión, tensión y diferencias.
La tradición judía evita tal ambivalencia y ambigüedad empleando un factor fisiológico objetivo –la menstruación- para determinar los tiempos de la cercanía y la separación física. Este sistema ordenado divinamente, llamado “taharat hamishpaja” (pureza familiar), manda un cese completo del contacto físico entre marido y mujer durante el tiempo del ciclo menstrual de la mujer (un mínimo de cinco días) y durante siete días siguiendo al cese de flujo de sangre. La mujer hace comprobaciones para establecer cuándo su período ha terminado y continúa comprobando que no haya flujo de sangre durante los siete días subsiguientes.
Las conjeturas se excluyen; las presiones sutiles se eliminan. El comienzo del ciclo significa un cambio de status en la relación, durante cuyo tiempo marido y mujer no tienen permitido tener relaciones físicas entre sí: no duermen juntos en la misma cama, ni se tocan. A causa de que es total, la separación realza la intimidad física cuando se unen. La meta de este sistema es aumentar la conciencia y la apreciación de las expresiones físicas, haciendo que cada contacto cuente. Hasta un beso de buenas noches no debe ser un ritual superficial, sino una expresión de amor y deseo.
El período de separación también nos da la oportunidad para el individualismo, un período de intimidad dentro de la unidad total del matrimonio. Y refleja respeto por el bienestar biológico de la mujer. Las secreciones vaginales de una mujer son ligeramente ácidas y sirven de barrera natural contra la infección. Durante su período, esta secreción se vuelve alcalina, y se pierde la barrera natural. El restablecimiento de la acidez normal lleva aproximadamente una semana. El canal uterino se halla asimismo en un estado vulnerable, habiendo derramado la pared uterina protectora, y son necesarios siete días desde el final de la menstruación para que esta pared vuelva a formarse. De este modo, ha mostrado la investigación, una mujer es más susceptible a la infección durante su período y durante los siete días siguientes.
El Dr. Alexander Gunn, un renombrado investigador británico, publicó lo siguiente: “Los principios judíos que requieren que las parejas se abstengan de tener relaciones sexuales durante un cierto número de días después del fin de la menstruación puede que jueguen su parte en proteger a la mujer. Se sabe que las células de la superficie del cuello del útero son más susceptibles al daño justo después de la menstruación”. Esto explica otro estudio que ha mostrado que las mujeres que observan taharat hamishpajá son veinte veces menos propensas a sufrir cáncer de cuello de útero que las mujeres que no observan estas leyes.
Pero la separación en última instancia, es un medio para un fin. Está destinada a construir cercanía emocional entre marido y mujer para que cuando sí se reúnan físicamente pueda expresar esta cercanía al máximo. Las relaciones maritales son una preparación física de una relación que en su totalidad debería ser amorosa, solidaria y emocionalmente satisfactoria.
Al final de los siete días sin mancha alguna la mujer se baña minuciosamente para poder sumergirse en la mikve, una acumulación de aguas naturales. Esta inmersión no está destinada a limpiar. Más bien, la mujer, pasando por este agua, cambia una vez más su estado y se une íntimamente con su marido.
El simbolismo de la mikve es multifacético. Las aguas de la mikve son llamadasmaim jaim (aguas vivas). El agua sustenta toda vida; desde la lluvia en los cultivos hasta el agua en nuestras células, todos somos nutridos por el agua. Así, en el momento cuando una pareja puede renovar las relaciones físicas, el paso de la mujer por la mikve es como un tipo de renacimiento. Y debido a que la mikvetambién simboliza los ríos del Edén, sirve de reconexión con la Fuente primordial de la vida y con la perfección espiritual simbolizada por el Jardín del Edén.
Cuando la mujer regresa al hogar desde la mikve, ella y su marido se regocijan el uno en el otro y en su renovado contacto físico. De hecho, tener relaciones maritales se denomina el “mandamiento del júbilo”. Después de la separación, esta reunión está destinada a ser una separación y reunión física, unido con el hilo de la conexión emocional, una pareja judía tiene la llave de la cadena de oro que ha permitido que el pueblo judío sobreviva a lo largo de los siglos.
Los turistas que van a Masada, la fortaleza en la cima de una montaña en el desierto, en Israel, donde un grupo de judíos hizo un esfuerzo último y desesperado hace cerca de dos mil años para resistir a los romanos, a menudo se asombran al ver las varias mikvaot antiguas que fueron construidas por estos desesperados y sitiados judíos que, a pesar de sus extremas circunstancias, observaron taharat hamishpajá. Pero no debería ser sorpresa: la observancia de taharat hamishpajá es central al ser judío. El acto de fe encarnado en la esposa que utiliza la mikve a fin de reunirse físicamente con su marido es el ritual más poderoso del judaísmo, porque es el factor que ha mantenido unida a la familia judía a lo largo de los milenios. Y la familia judía es el corazón y el alma del pueblo judío.
La rebetzin Tehilla Abramov es una educadora de renombre mundial que se especializa en el campo del matrimonio y la vida familiar. Es la autora del muy exitoso y aclamado libro The Secret of Jewish Feminity: Insights into the Practice of Taharat Hamishpaja (El secreto de la femineidad judía: enfoques respecto de la práctica de taharat hamishpajá) y Straight from the Heartt: A Torah Perspective on Mothering through Nursing (Directo desde el corazón: una perspectiva sobre ser madre mediante amamantar). Con su marido el rabino Yirmiohu Abramov, ha también escrito Our Family, Our Strength: Creating a Jewish Home (Nuestra familia, nuestra fortaleza: creando una hogar judío), Two Halves of a Whole: Torah Guidlines for Marriage and Harmony in the Home (Dos partes de un todo: pautas de la Torá para el matrimonio y la armonía en el hogar: un programa educacional para la familia judía). Todos publicados por Targum Press. Juntos son los fundadores de Jewish Marriage Education (JME: POB 43206, Jerusalén 91431), una organización internacional sin fines de lucro dedicado a brindar una comprensión más profunda del matrimonio y la vida familiar a la comunidad judía. Debido a la demanda popular, este ensayo (escrito en colaboración con su marido) ha sido reimpreso de Jewish Matters.
Extraído del libro “Las mujeres judías hablan de temas judíos”. Sara Tikva Kornbluth y Doron Kornbluth, Editorial Bnei Sholem.