El Quinto Año
Un chiste popular israelí dice que hay tres maneras de hacer algo…
Un chiste popular israelí dice que hay tres maneras de hacer algo: la manera correcta, la manera incorrecta y la manera judía…De hecho, una lectura cuidadosa de la Torá muestra que todo en el mundo parece pertenecer a una de estos tres dominios: el bueno, el malo, y un tercer reino que es más difícil de definir. En Halajá (la ley de Torá) se llama “el optativo” (reshut); Kabalá y Jasidut lo definen como “la cáscara translúcida” (klipá nogá) o simplemente, “el indefinido”. Básicamente, en esta tercera categoría una cosa no es lo que es, sino lo que se hace de ella. Algo puede elevarse al reino de lo sagrado o arrastrarse al reino de lo profano–dependiendo de lo que usted haga con eso, para lo que lo use, incluso lo que piense mientras esté involucrado con eso.
Por ejemplo: una actividad humana común es comer. Comer matzá en Pesaj o hacer kidush sobre el vino en Shabat es una mitzvá, un acto Divino. Para un judío comer carne de cerdo o un plato que contenga al mismo tiempo carne y la leche es una aveirá, una transgresión del deseo Divino. Y luego viene un tercero, un dominio “neutral”: su almuerzo común, en un martes común. O tome otra actividad humana común–una transacción financiera: dar caridad es una mitzvá, robar es un pecado, y luego existen las compras, ventas, préstamos, entre otras. Otro ejemplo, hablar: palabras de estudio de Torá y la plegaria son sagradas, mientras que el chisme o la mentira se prohíben, y luego están todo lo que hay en el medio que no es lo uno ni lo otro.
De acuerdo a los maestros jasídicos, este “lo uno ni lo otro” es el componente más importante de nuestra misión en la vida.
En ambos reinos de lo santo y lo profano, nosotros no tenemos ninguna ingerencia en la naturaleza del acto. La única cosa que decidimos es lo que nosotros haremos. ¿Haremos la mitzvá o permitiremos que la oportunidad de traer divinidad al mundo se pierda? ¿Crearemos un vacío en nuestras almas transgrediendo el precepto divino, o fortaleceremos nuestro carácter y daremos el placer al Omnipotente resistiéndonos a la tentación? Una mitzvá es una mitzvá sin importar si la hacemos o no, y la transgresión es un hecho negativo sucumbamos o no a ella. Nuestras acciones tienen un efecto profundo en nuestro propio ser interior y en el estado de la creación, pero no definen la naturaleza del hecho. Las reglas existen independientemente de nosotros–la única opción real que tenemos es ajustarse a ellas o rebelarse contra ellas.
Pero Di-s no creó el ser humano simplemente para que tenga un rol en un plan cósmico preestablecido. Él ya tiene bastantes jugadores pasivos en su universo–los átomos, árboles, vacas, planetas y ángeles. Di-s creó al hombre porque Él deseó tener lo que el Talmud llama “un socio en la creación”–alguien que escribiría las reglas y trazaría el plano junto con Él.
Esto, dice el Rebe de Lubavitch, explica algo curioso sobre las leyes de los árboles frutales mencionados en el capítulo 19, Parshat Kedoshim de Levítico. Allí Di-s ordena a Moshé que la fruta de los primeros tres años de un árbol recientemente plantado está prohibida para el consumo; que el cuarto año debe llevarse la fruta a la ciudad santa de Jerusalém y debe comerse allí bajo las condiciones de pureza ritual; y que al principio del quinto año, la fruta es nuestra para hacer con ella lo que queramos: envolverlas para un picnic, venderlas en el mercado, abrir una fábrica de puré de manzana– depende de nosotros.
Lo extraño aquí es el orden. Uno pensaría que la sucesión apropiada sería de abajo hacia arriba: prohibido, optativo, santo. En cambio, nosotros vamos de un extremo al otro, y luego terminamos en el medio.
En verdad, el quinto año es el más alto de todos. Aquí, en el dominio de lo optativo, es donde el aspecto más significativo de la vida está presente. Aquí nosotros no sólo determinamos lo que haremos, sino también lo que significará si lo hacemos. Tenemos delante nuestro la arcilla de la creación en bruto, el Creador está de pie y espera ver lo que haremos de él.
Yanki Tauber