¿Estás muy cansada? Puede que sea hora de chequear tu hierro
Si sentís cansancio y desgano sin una razón, sabé que la fatiga constante es uno de los síntomas de la anemia. Te contamos qué es exactamente y cómo prevenirla.
Si bien vivimos con un ritmo bastante frenético y eso puede dejarnos de cama, otras veces andamos bajoneadas o decaídas, sin motivos visibles. A veces, detrás de ese cansancio o esa sensación de agotamiento puede esconderse una anemia, o sea, una deficiencia en los niveles de hemoglobina, una proteína presente en los glóbulos rojos de la sangre. Un análisis de laboratorio es el que te puede confirmar la noticia; si sos mujer y tenés la hemoglobina por debajo de 12 gramos por decilitro (g/dl), estás anémica (en los varones, la anemia se detecta con los niveles por debajo de 13,5 g/dl).
TIPOS DE ANEMIA
La anemia por falta de hierro es la más común de todas. Y el hierro es clave porque es un mineral necesario en la producción de hemoglobina, la proteína de los glóbulos rojos que se ocupa de transportar oxígeno a todo el cuerpo. Su carencia implica que tengas menos energía para que el organismo funcione al 100%. Pero también hay anemias nutricionales, como cuando el cuerpo no recibe a través de los alimentos los aportes adecuados de vitaminas necesarias para la fabricación de glóbulos rojos, como la vitamina B12; las anemias hereditarias (se nace con ellas y no se deben a ninguna falta, sino a fallas de los glóbulos rojos) y las secundarias, que son la consecuencia de distintas enfermedades reumáticas o autoinmunes, o de afecciones como la insuficiencia renal, el hipotiroidismo o la celiaquía.
LA EDAD FÉRTIL, PERÍODO CLAVE
La anemia por falta de hierro es la más común entre las mujeres, sobre todo en la mujer que menstrúa, porque en cada período se pierden a través de la sangre determinadas cantidades de hierro que, en ocasiones, no se compensan con lo que se incorpora con la alimentación. Las mujeres, además, tienen que prestar especial atención porque durante los embarazos o la lactancia nuestro cuerpo usa más cantidades de este mineral. En los tres casos, lo que sucede es un desequilibrio entre el hierro que aporta la dieta y el que se gasta o se pierde. Así, por ejemplo, si comés alimentos con poco hierro, hacés mucho ejercicio físico y encima tenés menstruaciones abundantes y largas, estás en la lista de las más propensas a presentar una anemia. Y cuando falta hierro y se pierde de manera sostenida, la persona anémica no se recupera a menos que vuelva a normalizar los depósitos de hierro. Es fácil de entender comparado con una cuenta bancaria: si vas sacando efectivo (o hierro, con cada menstruación, con un embarazo o con ejercicio físico), gastás más de lo que tenés y después no volvés a depositar en el banco (tu cuerpo), no vas a volver a tener lo que tenías.
¿CÓMO TRATARLA?
Si tu análisis de sangre dice que estás anémica y tu médico determina que, efectivamente, es porque te falta hierro, el tratamiento puede variar. Si hay una causa ginecológica, serán el ginecólogo o el hematólogo quienes te indiquen el tratamiento. En este caso, existen desde ajustes en la dieta o suplementos de hierro en píldoras hasta pastillas para reducir el flujo menstrual. Pero como la falta de hierro se puede dar por otras razones (por ejemplo, pérdida de sangre por una úlcera), la forma de revertir la anemia dependerá de cada caso; no es lo mismo el desgaste de hierro de una deportista de alto rendimiento que el de una mujer que no hace ningún tipo de ejercicio. Por eso, lo importante es investigar la causa y no olvidar que existen muchas.
10 HÁBITOS QUE AYUDAN A PREVENIR LA ANEMIA SIN COMER CARNES ROJAS
Para incorporar hierro de manera más «efectiva» a tu cuerpo a través de la alimentación -y sin tener que recurrir a las fuentes de hierro animales, como las carnes rojas, los pescados, el hígado o la yema de huevo-, van algunos consejos:
Foto: Corbis
1. Combiná varios alimentos vegetales ricos en hierro -todas las verduras de hoja y las legumbres lo son-.
2. Añadí perejil y limón como condimento.
3. Comé de postre frutas frescas cítricas (naranja, mandarina, kiwi, pomelo, frutillas) o jugos recién exprimidos.
4. Reducí las cantidades de café, té, vino y vinagre.
5. No abuses del consumo de pan integral, salvado y cereales integrales y consumí alimentos enriquecidos en hierro, como los cereales para el desayuno.
6. Hay alimentos de origen vegetal que son ricos en hierro, como las verduras de hoja -espinacas, lechugas, acelgas, perejil- y las legumbres.
7. Entre los frutos secos, los más ricos en hierro son los pistachos y las semillas de girasol. Sin embargo, tenés que saber que los vegetales contienen sustancias como el ácido fítico (en lentejas, garbanzos y cereales integrales), el ácido oxálico (en espinacas, acelgas, coles, espárragos y chocolate) y los taninos (en el té, el café y los vinos), que hacen que el hierro de origen vegetal se absorba menos.
8. La vitamina C, presente en los cítricos (naranja, mandarina, kiwi, pomelo, frutilla), el tomate, el pimiento y el perejil, ayuda a la absorción del hierro, entonces, podés combinar garbanzos con ensalada de tomate y pimiento o lentejas con una naranja de postre.
9. También podés usar condimentos como perejil, canela, orégano, eneldo, comino, tomillo, romero, pimienta negra y cúrcuma, porque aportan hierro.
10. No abuses de los productos con calcio, porque disminuyen la absorción de hierro.
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Expertas consultadas: Dra. Patricia Casais, médica hematóloga, Dra. Mónica Katz, médica especialista en nutrición.
Por Carolina Cattáneo | Para Revista OHLALÁ!