La vida privada de la Rebetzin Jaia Mushka
La Rabanit Jaia Mushka no tenía un perfil público, pero poseía una vida social muy activa. Fue amiga de muchos individuos, dentro de la comunidad de Jabad y fuera de ella, recibiéndolos en su casa, jugando con sus hijos, escribiendo cartas y conversando por teléfono.
En 1974 la estudiante israelí Orah Jurawel visitó Nueva York y trajo un regalo para la Rabanit de una amiga mutua. “Cuando llegué a Nueva York la llamé y ella inmediatamente me invitó a su casa… La Rabanit Jaia Mushka era una señora pequeña delgada, y vestía muy elegante. Me acompañó hasta el comedor, donde la mesa estaba puesta con refrescos y una hermosa vajilla. Estaba muy interesada en lo que yo estaba
haciendo, lo que estudiaba, y en mis aspiraciones”. La Rabanit no actuaba así porque era una persona educada. Este fue el comienzo de una relación duradera.
Cuando el cuarto hijo de Orah fue diagnosticado con síndrome de Down y problemas de corazón, la Rabanit la llamó para animarla.
“Todos preguntaban acerca del niño y los médicos, pero ella siempre preguntaba cómo me sentía… Su mensaje era que yo también soy importante…”
La relación de Orah con la Rabanit Jaia Mushka era especial, pero los que conocían a la Rabanit testifican que era típico de la inteligencia, entusiasmo y preocupación que caracterizaba todas sus relaciones.
Al dibujar una línea clara entre la persona privada y la esfera pública, la Rabanit pudo dedicarse sin reservas a su marido. El Rebe trabajaba de manera impensable muchas horas y nunca tomó un día libre. Pero cuando estaba en la casa nadie se atrevía a molestar. Cuando el Rebe regresaba al hogar, a altas horas de la madrugada, ella estaba despierta para recibirlo. Los visitantes notaban las pilas de libros, periódicos y revistas que la Rabanit examinaba para recavar información de la evolución de la ciencia, asuntos globales y política que al Rebe podrían interesarle.
El Dr. Ira Weiss, cardiólogo del Rebe, hablaba con la Rabanit casi todos los días para recibir su informe sobre la salud del Rebe, y fue una de las pocas personas que interactuó con ellos en la intimidad de su hogar. Weiss dio testimonio del profundo amor, preocupación y respeto que cada uno de ellos mostraba una hacia el otro, y comentó que ella era la única persona a la que el Rebe podía recurrir en busca de crítica honesta:
“Una vez estuve en la cena con la Rabanit y el Rebe. Tuve la oportunidad de verlos en acción juntos y fue un muy buen intercambio porque la Rabanit era muy inteligente… Había una conversación personal, el Rebe y la Rabanit hablando el uno al otro en la mesa y haciendo un poco de entrenamiento intelectual. Fue encantador y revelador.
Según el rabino Yehuda Krinsky, secretario de toda la vida del Rebe, la relación única de la Rabanit Jaia Mushka con su esposo le permitió apreciar sus cualidades de una manera totalmente diferente: “Se podría entender por qué eran marido y mujer. Y si el Rebe tenía un admirador, un jasid en este mundo durante todos esos años, fue ella”.
* Por Eli Rubin