Parashá Devarim
A medida que los judíos se iban acercando a la Tierra Prometida, Moshé les reseñaba los acontecimientos y vivencias que experimentaron durante sus años de trajinar por el desierto…
Él rememoraba cómo ante el monte Jorev (Sinaí), Di-s les había ordenado levantar el campamento y avanzar hacia su meta, la tierra de Canaán. Moshé había clamado que sin ayuda sería incapaz de soportar la carga del liderazgo, de modo que fueron designados jueces y administradores para auxiliarlo en el desempeño de su pesada misión.
El pueblo estaba a punto de entrar en la Tierra Prometida, pero fue desanimado por el informe pesimista de los meraglim (espías) y querelló contra Di-s. Esta falta de fe provocó el prolongamiento del peregrinaje por el desierto, tiempo durante el cual murió casi toda la vieja generación.
Los israelitas habían acampado ante el monte Seír durante un tiempo prolongado. Allí se les dijo que continuaran su recorrido a través de la tierra de Edom. Sin embargo, no debían enredarse en ningún tipo de hostilidades, pues ese territorio había sido prometido a los descendientes de Eisav. Tampoco debían agredir a los habitantes de Moav, puesto que esa tierra había sido reservada para los hijos de Lot. No obstante, habían derrotado a Sijón, rey de Jeshbón, quien se había rehusado a permitirles pasar a través de su territorio. La misma suerte le tocó a Og, rey de Bashán. El temor a los israelitas comenzó, entonces, a difundirse entre las naciones vecinas.
El territorio de Guilad había sido otorgado a las tribus de Reuvén, Gad y parte de Menashé, con la estipulación de que se uniesen a los demás israelitas a la conquista de Canaán. Moshé animó a Iehoshúa a fin de que no temiese a las naciones que vivían en Eretz Israel.