Parasha Ekev
”La riqueza y la pobreza en el pan del Cielo”
“Quien te hizo comer Man” (Devarim 8:16)
El Man: un alimento espiritual Divino cuyas características eran sobrenaturales…
El Man (la Maná) que descendió para el pueblo de Israel en el desierto, era un “pan del Cielo”1, un alimento espiritual Divino cuyas características eran sobrenaturales- poseía todos los sabores del mundo ‘y no tenía desperdicio’2.
Por otro lado, sobre el Man está escrito3: “Quien te hizo comer Man para afligirte”, es decir que no proporcionaba satisfacción verdadera a sus consumidores, puesto que descendía en una cantidad fija, suficiente sólo para un día, y “no es igual quien tiene el pan en su canasta, a quien no tiene el pan en su canasta”4. A su vez, a pesar de que el Man poseía todos los gustos del mundo, sin embargo, “no es igual quien ve y come a quien no ve y come”- y los consumidores del Man no veían los alimentos específicos generadores de los gustos que sentían.
Las limitaciones del hombre
En cierta medida, había aquí una contradicción: la riqueza y la pobreza imperaban en una misma comida. Esa misma comida que por un lado era la perfección total y poseía todos los sabores, generaba en el consumidor un sentimiento de aflicción e insatisfacción. Pero en verdad, no hay aquí contradicción, sino que se trata de dos lados de la misma cosa.
El Man, por su verdadera esencia, era algo extraordinario, un pan Divino, ilimitado, en su contextura. Pero precisamente por eso, cuando el Man descendía al mundo material, limitado, el mundo no estaba en condiciones de absorberlo en la misma forma como absorbe elementos materiales. El ojo carnal no puede ver gustos ilimitados, y por ello le faltaba el saciarse con el “ve y come”. Para poder recibir el Man como corresponde, los hombres debían desprenderse de sus limitaciones humanas, y sólo entonces estaban en condiciones de recibir un alimento con características ilimitadas.
Preparación para la vida
El alimentarse con el Man en el desierto constituyó la preparación para cumplir la Torá y sus preceptos en la Tierra de Israel. Ésta dio la fuerza para enfrentar a los dos tipos dificultades con las que el hombre se enfrenta: la prueba de la riqueza y la prueba de la pobreza.
La riqueza anida en su seno un peligro: el hombre está propenso a pensar que fue su fuerza y poder las que le generaron el éxito. El desafío de la prueba de la pobreza es alcanzar la convicción de que “no hay mal que provenga de Arriba”5, y que también los sufrimientos vienen del Altísimo, Quien es la bondad absoluta.
El Man nos brinda una lección en ambas direcciones. El rico aprende del Man, que la riqueza proviene de Arriba, y no es el fruto de la acción del hombre. El pobre aprende del Man, que el flujo Divino, tal cual proviene de Arriba consiste en una bondad extraordinaria, sólo que no siempre el hombre la recibe correctamente. Si uno se entromete en donde no debe, no sólo que no aporta nada- sino que incluso arruina- “quien llevó demás no aumento”6.
Confiar en Hashem
El camino para recibir el bienestar que viene de Arriba, es liberarse totalmente del sentimiento de “mi fuerza y el poder de mi mano”7, y apoyarse totalmente en el Altísimo. Cuando el hombre se libera de sus preocupaciones personales y cree en Di-s, que Él es la fuente de la bondad y el bienestar, entonces se hace meritorio de ver la bendición en la acción de sus manos y de recibir la Bondad Superna también en el mundo terrenal.
Lo mismo ocurre en el plano del espíritu: el camino para recibir la luz de la Torá, llamada “pan del Cielo”, y especialmente la parte “interior de la Torá” (Pnimiut Hatorá), “que no posee desperdicio”- es a través de que el hombre se convierte en un “recipiente vacío”, que se abstrae de sus preconceptos personales. Se hace merecedor de absorber la luz infinita de la Torá.
(Likutei Sijot, Tomo 4, Pág. 1099)
NOTAS: 1.Shemot 16:4 2.Iomá 75,a y b 3.Devarim 8:16 4.Iomá 74,b 5.Bereshit Rabá Parshá 51:3 6.Shemot 16:18 7.Devarim 8:17