Pesaj – Una loca historia
Soy bastante escéptico cuando una persona dice «¿Sabe qué es especial sobre nuestro sistema de creencias que nadie más tiene?»…
Las personas comparten. Ideas, historias, experiencias –todo lo que esté relacionado con ser persona. Es por ello que soy bastante escéptico cuando una persona dice «¿Sabe qué es especial sobre nuestro sistema de creencias que nadie más tiene?»
El hecho es que, si es filosofía, alguien ya pensó sobre eso o pidió prestado algunos conceptos y los rediseñó, o directamente plagió todo y los presentó como su propia visión del mundo. Más aún si es una leyenda o un mito –sobre la creación, sobre los héroes, sobre cómo las cosas llegaron a ser como son– en cualquier parte, otras personas tienen alguna otra historia paralela. Después de todo, siempre hablamos del mismo mundo con los mismos cuerpos. Y tendemos a compartir las cosas, también.
Excepto por una, una historia muy enigmática. Desafiaré a cualquiera que encuentre, en cualquier parte del mundo y en cualquier época, un pueblo –esquimal o indonesio, mitología nórdica o leyendas de Navajo, griegos o alemanes– que tenga una historia algo similar a esta. La gente cuenta maravillosas e imaginativas leyendas. Hay naciones que descienden de los dioses, de los ángeles, del pez y de las águilas. Incluso de los monos (¡!). Hay gente que llegaron donde están, debido a la ayuda de osos o dragones, barcos mágicos o grandes volcanes. Pero muéstrenme otra gente que les diga a sus hijos: «Nosotros éramos los esclavos a un tirano terrible, en una tierra poderosa, y nuestro Di-s, Amo del Universo, nos sacó de allí con una mano poderosa y un brazo extendido.»
Nadie; en ninguna parte. Si cuentan esa historia, lo hacen sobre los judíos. Y nadie pensó en pedirla prestada para sí mismo.
Quizás ésa sea la prueba más grande de que realmente así debió haber pasado –porque nadie pudo haber inventado semejante historia. La prueba es: nadie más lo hizo. ¿Y por qué querrían hacerlo? ¿Quién quiere descender de los esclavos? ¿Y quién quiere dar todo el crédito a su Di-s, dejando sin heroísmo a sus antepasados? No sólo que nadie nunca hubiera inventado semejante historia, sino incluso nadie quiso pedirla prestado.
Pero incluso sin el hecho de la esclavitud y la falta de batallas heroicas y matanzas de monstruos, la historia tiene hechos milagrosos que parecen estar en contra del sentido común humano. ¿Por qué la gente (y los libros de texto) niegan hoy el hecho de que todo eso existió alguna vez. Aun cuando se cree en un Creador, esta historia es difícil. ¿Qué quiso expresar Moshé cuando dijo: «Pregunten a las generaciones anteriores, desde el momento en que se formó el mundo…?”. ¿Hubo alguna vez algo en el mundo como que Di-s sacaría a una nación de otra con señales y toda clase de milagros…?»
En otras palabras: suena imposible. No porque la imaginación humana sea limitada para imaginar los milagros más locos y sorprendentes. Sino porque va en contra de la clase de cosas que la mente humana le gusta imaginar. Es “contra-sentido común”. Disonancia cognitiva.
La mente humana está enamorada de los sistemas simples y organizados: Superior e inferior, antes y después, simple/complejo, muchos/pocos. Es una cosa de supervivencia: una vez que ha organizado su mundo de una manera, es mucho más fácil manejarlo. De manera que, donde podemos crear orden, lo creamos. Donde el orden nos desafía, nosotros lo imponemos. Y si se niega a obedecer, simplemente ignoramos los datos y nos engañamos creyendo que está allí de todas maneras.
Ésta es la manera en que la filosofía humana trabajó la mayoría de la historia, arribando a sólo descubrimientos parciales con el empirismo científico moderno. Cuando Einstein proclamó: «Es cierto, las cosas deben hacerse tan sencillas como se pueda –pero sin simpleza!». El buen Alberto estaba haciendo eco de los Sabios de su herencia judía, que, de maneras distintas declaraban el mismo llamado al empirismo. Como lo entendió Maimónides:«las opiniones no afectan la realidad. La realidad hace las opiniones.»
Pero para la mayor parte de la historia, la intuición humana hizo las cosas más simples que la realidad.
Como cuando se trata de los dioses y el orden natural. Las personas asumen que debe haber una jerarquía. El Supremo, el gran Di-s que hizo todo en primer lugar, tenía que estar por encima, muy lejos de todo, de modo que Su prístina supremacía no se mezclase con este mundo desarreglado que salió de Él. Los dioses menores podrían estar a cargo de las fuerzas de la naturaleza, y algunos más inferiores de las mundanas crisis humanas –siempre y cuando los humanos pudieran darle una buena “coima”.
Ordenadamente, con sentido común. El plano material está abajo, el infinito en la cima, y toda una jerarquía compleja entre los dos. El problema que realmente no se pueda «puentear» de lo infinito a lo finito –ningún orden realmente puede llevarlo tan lejos, no importa cuánto tiempo lleve–no era una preocupación. Después de todo, el infinito estaba tan alto y tan lejos que no importaba en absoluto.
Ésa era la manera en que el Faraón miraba las cosas, y también todos sus consejeros. Hasta que apareció Moshé y presentó al Faraón algo radical: que cuando se trata del Ser Supremo Infinito, no hay ninguna jerarquía. El infinito está en todas partes–porque es infinito e ilimitado. En el río, en los animales, en el viento, en el fuego, en el granizo y el sol, en la vida y en la muerte. El Infinito está completamente más allá de las limitaciones del mundo, y al mismo tiempo, íntimamente involucrado en él. Tan involucrado, que incluso el Infinito hará milagros para redimir a una multitud de esclavos de su opresor.
Así es como nacimos y esto es lo que somos: una contradicción a todo lo que la mente humana desea creer.
El judío es el que dice que el Infinito no está «arriba del mar o en los cielos», algo intangible que no puede tocarse, demasiado etéreo para ser real, demasiado lejos para relacionarse con nuestras vidas. El Infinito es aquí y ahora, en el momento en que se encuentre en su vida, en la situación en que se halle, siempre hay algo simple que pueda hacer y unirse con el Infinito. De hecho, ésto es un judío: El punto de la conciencia humana donde el mundo material y finito se encuentra con la infinidad Divina. Y ésto es una mitzvá: El acto de fusionar.
Éste es el por qué ellos nunca nos han entendido. Nosotros existimos contra el sentido común de ellos. «¿Por qué,» ellos se preguntan, «ustedes buscan a Di-s en lugares extraños? ¿No saben acaso que a Di-s lo encontrarán en lo universal, lo celestial, en aquello tan general como toda la humanidad? ¿Cuál es su obsesión con la minucia de los rituales materiales y los objetos físicos?»
Pero ésto somos nosotros. Ellos buscan a Di-s arriba en lo alto. Nosotros Lo encontramos en los cordeles de lana que cuelgan de nuestra ropa, en la luz de una vela y una copa de vino, en el sonido de las voces de niños que leen Su Torá, en la mordida y deglución de una matzá la noche de Pesaj.