Vaiakel-Pekudei -”El fuego es por las cenizas”
“No encenderéis fuego en todos vuestros lugares de residencia en el día de Shabat” (Shemot 35:3)
Los trabajos prohibidos en el día de Shabat son las treinta y nueve (39) labores requeridas para construir el Santuario. De aquí que se puede aprender de estos trabajos y de los detalles de sus respectivas leyes, el camino de cómo el judío debe servir al Creador, ya que a través de estas acciones se construyó el Santuario1, y también nosotros, a través de ellas, construimos nuestro ‘Santuario’ personal en el plano del espíritu.
Uno de los trabajos, es encender fuego. La definición del encendido punible (por profanar el Shabat) es la ignición con un objetivo- para iluminar, para generar calor e incluso para producir cenizas. Alguien que quema en su patio una mesa está libre de sanción puesto que sólo realiza un acto de destrucción y no deriva provecho alguno del encendido, pero si precisa de ceniza y el fuego tiene como objetivo aprovisionarle de ceniza es punible de castigo2.
EL TRABAJO APROPIADO
De aquí aprendemos en qué consiste el trabajo del ‘encendido de fuego’ en la labor espiritual del alma. El fuego por sí mismo no es objetivo, y su encendido no es definido como trabajo. El encendido del fuego del alma merece considerarse una labor y parte del servicio al Altísimo sólo cuando tiene un objetivo- “precisa de ceniza”.
El fuego del hombre es la llama de su alma, como está escrito: “La vela de Di-s es el alma humana”3. Se requiere del judío que encienda el fuego de su alma, que el mismo esté revelado y sea sentido en su corazón, hasta llegar al nivel cuando el alma se ‘consume’ (“Calot Hanefesh”)- el intenso deseo del alma de elevarse y fusionarse con su fuente Divina infinita.
LA ELEVACIÓN NO ES EL OBJETIVO
El hombre podría pensar que esta elevación es un objetivo en sí mismo. Encenderá el fuego del amor a Hashem en su alma, y estará totalmente inmerso en los elevados sentimientos de deseo y pasión por la luz Divina. Su alma arderá con una intensa sed por desprenderse del cuerpo y apegarse a la Shejiná, y todos los temas de este mundo serán en sus ojos como la nada absoluta.
Viene la Torá y nos dice, que ese no es el verdadero encendido. Es verdad que se trata de un fuego puro, pero es carente de objetivo, un fuego de este tipo no se considera un trabajo a través del cual se construye un Santuario para Hashem. Para que este fuego sea parte de la construcción del Santuario, debe estar acompañado de una meta en el mundo terrenal, debe “necesitar de ceniza”.
LA VERDADERA ELEVACIÓN
La ceniza es el elemento más material y tosco de la materia, y por eso es lo que queda tras el fuego. Y aquí estamos planteando que el objetivo del fuego es precisamente la ceniza, la materia más baja y elemental. Todo despertar de fuego al Altísimo debe tener un objetivo, fortalecer el cumplimiento de la Torá y sus preceptos específicamente en la acción concreta, en este mundo inferior, entre la elevación más pura y el acto concreto de cumplir la Mitzvá.
Y en verdad no hay aquí una contradicción, puesto que la sublimación de este mundo inferior y su refinamiento son el objetivo de la Creación ansiada por Di-s. Resulta entonces, que justamente cuando el judío se dedica al refinamiento del mundo material, es aquí cuando se eleva al máximo nivel y concreta la Voluntad Superna del Altísimo.
Es específicamente esta labor la que lleva al mundo a su objetivo y por ende eleva al hombre a las alturas más excelsas, hasta la extraordinaria elevación que tendrá lugar cuando la verdadera y completa redención a manos de Mashíaj Tzidkeinu.
(Likutei Sijot Tomo 36, Pág. 187)
NOTAS:
1. Shabat 49,b Ver también 96,b Bavá Kamá 2, fin Pág. 2. Rambam Hiljot Shabat cap. 12 Halajá 1 3. Mishlei 20:27