Y proclamó ahí el nombre de Hashem, Di-s del mundo» (Bereshit 21,33)
Adaptado de la Enseñanzas del Rebe de Lubavitch
Una de las actividades principales de Abraham, nuestro Patriarca, era la difusión de la fe en el Di-s único que creó, formó y dirige al mundo. La Torá relata en nuestro párrafo semanal: «Y plantó un ‘eshel’ en Beer Sheva, y proclamó ahí el nombre de Hashem, Di-s del mundo». Explican los Sabios que «eshel» era una hostería que levantó Abraham en el desierto para los viajantes que pasaban por ahí. Después que comían y bebían les contaba sobre el Creador y les pedía que agradezcan y bendigan a «Quien habló y se hizo el mundo».
Los Sabios agregan en su relato, que había gente que se negaba a agradecer a Di-s. Argumentaban que fue Abraham quien les proveyó de comida y bebida y por eso correspondía que le agradezcan sólo a él. ¿Qué hacía Abraham? Les respondía: «Si el agradecimiento me corresponde sólo a mí, abónenme por favor por lo que consumieron». Les presentaba una cuenta suculenta explicándoles: «¿de dónde sacarían ustedes pan, carne y vino en el desierto? Al ver los huéspedes el alto costo de la consumición exigido por Abraham, aceptaban agradecer a Hashem.
Coerción Religiosa
La pregunta que surge aquí es obvia: Las personas que se negaron en primera instancia a agradecer y bendecir a Hashem, a simple vista no cambiaron su opinión como consecuencia de la presión ejercida por Abraham. A lo sumo accedieron a repetir un par de palabras de bendición para liberarse
¿Qué sentido tenía entonces esta «coerción religiosa» ejercida por Abraham? ¡¿Acaso fue este el método a través del cual Abraham hizo público y difundió el nombre de Hashem en el mundo?!
Encontramos en la Torá otro relato sobre un cambio extremo en las ideas como consecuencia de presión externa. En el párrafo sobre los espías que difamaron a la Tierra de Israel (en la época de Moshé), vemos que en un principio el pueblo todo se había rebelado contra el Altísimo y no creyó en la capacidad Divina de hacerlo entrar a la tierra. Incluso proclamaron «nombremos una cabeza y volvamos a Egipto».
Pero luego de que Hashem se enfadó con ellos y decretó que «en este desierto caerán vuestros cadáveres», tuvo lugar un giro repentino en la opinión pública. Instantáneamente vinieron y dijeron: «estamos listos, subamos hacia el lugar que dijo Hashem».
Y es asombroso: la causa de la rebeldía del pueblo y su llanto fue la falta de fe en la fuerza de Hashem para vencer a los pueblos que habitaban la tierra de Kenaan. ¿Acaso porque Di-s se enojó con ellos les demostró Su capacidad para que conquisten la tierra? ¿Y a tal punto que tan rápidamente cambiaran de opinión en forma drástica?
Una Careta Exterior
De aquí aprendemos una gran regla: cuando alguien peca y justifica su accionar con diferentes explicaciones, no implica esto la necesidad de discutir y responder a cada uno de los argumentos. Todos estos planteos son tan sólo la careta exterior de la arrogancia del instinto del mal (ietzer hará), que tomó poseción de la persona. Si se logra golpear y doblegar al instinto del mal, no habrá necesidad de discutir con los diferentes argumentos, pues se caerán solos.
Cuando el Altísimo se enojó con los judíos, sacudió y doblegó de una sola vez al instinto del mal que dominaba al pueblo sublevado, e instantáneamente volvieron a subordinarse a Hashem. No hubo necesidad de «pruebas» sobre la capacidad de Di-s para que el pueblo proclame «estamos listos y subamos».
A la luz de lo antedicho se entenderá también el accionar de Abraham. Cuando veía que el huésped era tan materialista y bruto que su instinto del mal lo dominaba al punto que no podía comprender sus palabras y explicaciones, no le quedaba otra opción que ejercer «presión» para doblegar este instinto. La angustia hacía que se quebrara la arrogancia del instinto, y con ello se abría una puerta para recibir las palabras de Abraham y agradecer con sinceridad a Hashem, Di-s del mundo.
Por medio de la coerción externa, Abraham convertía a la persona en un receptor predispuesto a aceptar la Verdad Divina, y de esta manera lograba con éxito llevar la fe en el Altísimo también a gente del nivel espiritual más bajo, generando que también ellos proclamen el nombre de Hashem.
(Likutei Sijot, Tomo XV, Pág. 122)