Dónde reside la belleza femenina
La gracia es falsa y la belleza es vana, una mujer temerosa de Hashem es la que debe ser alabada. “Eshet Jail”, la mujer virtuosa. Esta es una frase del Eshet Jail, canción que se entona en Kabalat Shabat. Encontramos en este bello poema…
Laura Iehudit Amar
La gracia es falsa y la belleza es vana, una mujer temerosa de Hashem es la que debe ser alabada. “Eshet Jail”, la mujer virtuosa.
Esta es una frase del Eshet Jail, canción que se entona en Kabalat Shabat. Encontramos en este bello poema que la belleza debe ser apreciada con una mirada interna, donde se alaba a la mujer por su belleza interior.
Si partimos de lo que dice este poema, ¿cómo sustentamos nuestra búsqueda de arreglarnos y estar más lindas a través de una vestimenta o del maquillaje?
Un buen maquillaje radica en resaltar nuestros rasgos y volverlos más bellos. Estos rasgos físicos pueden ser más o menos bellos naturalmente, pero es en nosotras mismas donde reside el poder de volvernos bellas internamente, y así manifestarlo hacia el exterior como un reflejo de lo que nos ocurre.
En las culturas en general y más en la occidental, se hace un culto a la estética y a la perfección del cuerpo, con mucha agresividad a nivel visual a través de avisos publicitarios y modelos a seguir según lo que muestran los medios masivos de comunicación, transmitiendo valores no sanos la mayor parte de las veces: esto se ve en la tendencia a estar delgadas, llevando a muchas adolescentes a la anorexia, o la moda de las cirugías estéticas. La mujer se convierte así según estos paradigmas en una mujer objeto, donde se fragmenta su belleza en ser delgada, tener un modelo de cuerpo alcanzado a base de cirugías estéticas, vestir al grito de la última moda, y donde lo interno y donde los verdaderos valores quedan relegados a su mínima expresión.
La belleza para el judaísmo es un valor que en sí mismo radica en el interior de la persona. El concepto de tzniut (recato) no sólo se traduce en una vestimenta, lenguaje y modales adecuados; sobre todo se manifiesta en una actitud interna que se refleja en lo externo. El paradigma de una mujer bella es Sara, nuestra primera matriarca. Ella irradiaba perfectamente su belleza interna en la externa. Cuando Abraham Avinu desciende a Mitzraim, recién ahí repara en su hermosura física, ya que para los egipcios la belleza es un valor importante; entonces decide resguardarla, la esconde, y cuando lo descubren dice que es su hermana. Una mujer bella es una mujer que trabaja interiormente con sus midot (emociones) y sus atributos psicológicos, maximizando sus talentos, y cuando hay una armonía interna de sus kojot (fuerzas), esto lo transmite en su vida cotidiana, trasuntándose también en su belleza externa, reflejando un rostro agradable, amable y de expresión armoniosa y sonriente, donde la mirada va a tener un brillo que procede del equilibrio interno. Cuando esta armonía interna se expresa, mostramos una expresión agradable y pacífica, y, como dice Mishle (Proverbios) “así como el agua refleja el rostro, así lo hace el corazón de una persona con la otra”. Es decir, se despierta una sensación de empatía con el prójimo, donde transmitimos paz e integridad, producto de nuestro trabajo interno.
Entonces, podemos integrar el maquillaje en esta belleza, es decir, haciéndolo parte nuestra, resaltando aquello que verdaderamente somos y proyectamos hacia el mundo, y no aquello que queremos parecer o imitar. Esta es la verdadera belleza de la mujer judía, cuando refleja en su quehacer cotidiano y en todos los aspectos de su vida en general, su brillo interno.