Observar y escuchar
Lo que parecía -o quizás fuera- un defecto también puede ser una fortaleza.
Era la más tímida de tod@s. Recuerdo las clases de Garófalo, profesor barbudo de música (muchos de mis compañeros se estarán sonriendo, Garófalo fue un hito de mi colegio)…
Recuerdo las clases de Garófalo en la salita de música, en la planta baja, pegadita al patio grande, con un piano en el rincón derecho… y él, que nos enseñaba a tocar la flauta, y que, al detectarme tímida, me hacía pasar al frente y me hacía preguntas… Jugaba con mi timidez, la desafiaba. ¿Creería que me estaba ayudando a vencerla? (Repitió aquello lo suficiente como para yo sentir que lo hizo casi siempre, pueden haber sido 3 o 4 veces).
Yo me recuerdo nerviosa, no al punto de sufrir -o sí- pero volvería a vivir aquellas escenas. Quizás las re-interpretaría para poder escupirle lo que entonces callaba.
Varias veces hice aquí alusión a mi timidez, a mi dificultad expresiva durante mi infancia.
Les llegué a confiar que durante los primeros años de China me preocupaba que hubiera heredado algo de esa característica.
Me ocupé de estimular su expresión de varias maneras. Lo sigo haciendo.
Todavía no escribí mucho en relación al IVA pero en breve lo haré. El IVA es el instituto vocacional de arte -público- que a mis ojos funciona de un modo admirable.
No es que me interese que mis hijas sean artisssstas (¿qué niño no nace siéndolo?), se trata un espacio que da otras herramientas (distintas a las del colegio), que funciona bajo otro paradigma. No hay estigmatización del error, no se fomenta la competencia, se estimula la creatividad… Y no sigo porque me voy de tema.
El caso es que, como suele sucedernos, a partir del espejo que significan nuestros hijos, yo pude empezar a valorar lo que creía un defecto.
Si hay temor, bien, trabajemos para que nada bloquee el deseo.
Pero qué importante saber y poder estar en silencio, atento. De golpe los adjetivos «callada», «observadora» cobraron fuerza.
Pude darme cuenta de que mi manera silenciosa de funcionar en lo social tenía su sentido. No sé si podría desenvolverme en el plano escrito con disciplina si en lo social fuera una cotorra.
Aquello que siempre signifiqué como una incapacidad, como un no poder, no tener los ovarios, empezó a ser leído como una posibilidad, como una fortaleza.
El poder, la capacidad de escuchar…
De observar.
De leer.
(Camilo se debe estar riendo con este último párrafo, mi madre, otro tanto. No somos en lo social como funcionamos en nuestro núcleo más íntimo).
Capacidad de ser receptivo.
Capacidad de nutrirnos de los otros, capacidad de aceptar que los otros pueden enriquecernos. Obviamente es importante la capacidad de identificar, de discriminar a otros que nos enriquecen de otros que nos agobian, que nos usan de aplaudidores de su ego.
…
Vengo de hacer una entrevista. Las pongo en contexto.
Vengo de hacer una nueva entrevista (en relación a la creatividad, tema que hace un tiempo indago) y volví a sentir la pasión que hace mucho no sentía.
Perder noción del tiempo, del espacio, de la circunstancia inmediata, rendirse a algo que fascina.
Este último tiempo, por otro lado, ha sido de gran verborragia colectiva, no hago un juicio de valor en relación a ello, es la naturaleza de un momento.
Pero frente a ello yo necesito el silencio.
Necesito callarme y observar.
Tomarme mi tiempo.
Y en lo profesional, como contaba, volver a escuchar personas que estimo, nutrirme de ellas.
Que así siga siendo.
¿Cuánto ejercitan ustedes la escucha y la observación? ¿Sus hijos?
Revsita OhLaLa