Parsha Bereshit
By Eliezer Shemtov
Un grupo de científicos ateos decidieron un buen día que había llegado el momento de prescindir de los servicios de D-os. “Hemos alcanzado tal nivel de conocimiento que podemos crear un hombre de la tierra al igual que Él –dijeron–. ¿Quién lo necesita?”
Fijaron la fecha para demostrar sus destrezas.
Frente a un gran público, los científicos juntaron un montículo de tierra y empezaron a moldear a un hombre. A los pocos segundos, se oye una voz venida desde el cielo: “¡No, no! ¡Así, no! ¡Traigan su propia tierra!”
Comenzamos con esta parashá un nuevo ciclo de estudio y lectura bíblica semanal. Empezamos por Bereishit, o Génesis, que inicia con el tema de la Creación.
El desafío de entender el origen y la naturaleza de la existencia ha ocupado las mentes más brillantes a lo largo de la historia. Y no es para menos: no es fácil crear un mundo. De hecho, en toda la historia de su existencia, el hombre no ha creado absolutamente nada; lo único que ha hecho es transformar algo ya existente en algo diferente. La capacidad de crear algo de la nada solo está en el poder de D-os, el Creador.
Sin duda, la ciencia ha podido explicar cómo es que una cosa proviene de otra, pero no ha podido explicar cómo es que algo sale de la nada. Existe la teoría del Big Bang (o Gran explosión), pero en definitiva no es más que un término que refiere a ese momento inexplicable a partir del cual el mundo empezó a existir. El Big Bang describe qué fue lo que presumiblemente pasó, pero no cómo, y menos aún para qué.
La respuesta sobre el cómo está fuera del alcance de la ciencia. La ciencia puede observar, medir y definir lo que es observable, medible y definible; pero no tiene cómo lidiar con realidades que no se encuentren sujetas a dichos criterios y reglas.
La respuesta a semejante pregunta debe buscarse en otro plano, el del conocimiento revelado. Únicamente el Creador puede decir cómo fue que creó el mundo de la nada. De hecho, no nos dijo cómo lo hizo; simplemente dice que fue así, a partir de la nada.
La naturaleza de la relación
En la narración de la Creación aparece una referencia recurrente: se plantea que las cosas fueron creadas por medio de la palabra hablada; “Y D-os dijo: ‘que haya luz’ y hubo luz”.1
Del mismo modo, nuestros sabios identifican Diez Pronunciamientos por medio de los cuales D-os creó el Universo.
¿Qué significa que D-os creó el Universo por medio de la palabra hablada? ¿Acaso D-os tiene boca, cuerdas vocales y habla? Las enseñanzas jasídicas ofrecen la siguiente explicación:
La palabra hablada es una metáfora para describir la dependencia que la Creación tiene de su Creador. Así como esta deja de existir en el preciso momento en el que termina de pronunciarse (es decir, no tiene una existencia propia), del mismo modo la Creación toda existe gracias a una fuerza creadora, que continuamente la arranca de la no existencia.
La relación entre la creación y el Creador no es comparable con la relación entre una artesanía y el artesano que la haya confeccionado. El artesano no ha creado la materia prima con la que fabrica el objeto, sino que simplemente cambia su forma; por lo tanto, este no depende de él para seguir existiendo. En cambio, la relación entre la Creación y el Creador —ya que ‘Creación’ implica que el Creador lo ha creado de la nada— depende de esa fuerza creadora para no revertir a su estado natural de no existencia.
Para ilustrar el concepto: cuando uno tira una piedra hacia arriba, esta volará hasta que se agote la fuerza que la empuja en contra de su naturaleza, que es caer. En el momento en que se acaba la fuerza innovadora que la impulsa hacia arriba, la piedra automáticamente revertirá a su estado natural y caerá.
La Providencia Divina
La mencionada concepción de la naturaleza de la Creación y del vínculo entre el Creador y la Creación nos permite entender el concepto de laHashgajá Pratit o Providencia Divina.
Uno de los fundamentos del judaísmo postula: D-os maneja todo lo que sucede en el mundo. Según la versión promulgada por el fundador del jasidismo, el Baal Shem Tov, hasta el movimiento más imperceptible de una brizna de hierba es orquestado por D-os mismo. ¿Pero acaso D-os no tiene cosas más importantes para atender que, por ejemplo, el vuelo de una hoja en otoño?
Estamos en condiciones de comprender el concepto: esa hojita no existiría si no fuera por el hecho de que D-os la ha creado y la está creando en este mismo instante. Nada existe por sí mismo, puesto que el estado natural de toda la existencia es la no existencia. Si algo existe, es porque hay un Creador que lo está creando en este preciso momento, y si lo está creando, quiere decir que su existencia importa para Él.
Esta perspectiva ayuda a recibir con alegría cada situación de la vida, ya que no existen casualidades, sino causalidades, y todo lo que D-os hace es para nuestro beneficio.
Grande vs. infinito
¿Cómo es que a un Creador tan grande y poderoso le importan cosas tan nimias e insignificantes? La respuesta es simple: si D-os fuera nada más que grande, sería lógico pensar que no le importaran las cosas pequeñas. Ahora bien; dado que D-os no es medible sino infinito, tanto las cosas grandes como las pequeñas son igualmente significativas para Él.
Esto ayuda a entender el rol de los preceptos bíblicos físicos. ¿No basta con cultivar una profunda relación espiritual con D-os en el corazón, fruto del estudio y de la meditación? ¿Qué importancia puede tener el contenido del sandwich que coma? Al respecto, el jasidismo nos enseña que es justamente por medio del cumplimiento de los preceptos físicos y aparentemente insignificantes que manifestamos la diferencia entre un D-os meramente “grande” y un D-os infinito.
La diferencia entre “grande” e “infinito” va más allá de una cuestión de tamaño. Cuando decimos “D-os es infinito”, queremos expresar que no tiene límites; es omnipresente, es decir, está en todo. Más aún: es quien pone los límites a todo. De hecho, es esta la definición que Maimónides da de D-os: una existencia primaria que no depende de nada y de quien todo depende.
Tener claro este concepto no es solo una cuestión teológica o académica; puede cambiar la calidad de vida de quien así lo entienda. Es difícil entablar un vínculo con un D-os que sea tan grande que a Él le parezcan triviales mis cosas personales. En cambio un D-os infinito se encuentra presente en cada detalle de mi existencia. Tendría que hacer un esfuerzo solo si buscararomper o negar ese vínculo, porque está dado de hecho.
Fijaron la fecha para demostrar sus destrezas.
Frente a un gran público, los científicos juntaron un montículo de tierra y empezaron a moldear a un hombre. A los pocos segundos, se oye una voz venida desde el cielo: “¡No, no! ¡Así, no! ¡Traigan su propia tierra!”
Comenzamos con esta parashá un nuevo ciclo de estudio y lectura bíblica semanal. Empezamos por Bereishit, o Génesis, que inicia con el tema de la Creación.
El desafío de entender el origen y la naturaleza de la existencia ha ocupado las mentes más brillantes a lo largo de la historia. Y no es para menos: no es fácil crear un mundo. De hecho, en toda la historia de su existencia, el hombre no ha creado absolutamente nada; lo único que ha hecho es transformar algo ya existente en algo diferente. La capacidad de crear algo de la nada solo está en el poder de D-os, el Creador.
Sin duda, la ciencia ha podido explicar cómo es que una cosa proviene de otra, pero no ha podido explicar cómo es que algo sale de la nada. Existe la teoría del Big Bang (o Gran explosión), pero en definitiva no es más que un término que refiere a ese momento inexplicable a partir del cual el mundo empezó a existir. El Big Bang describe qué fue lo que presumiblemente pasó, pero no cómo, y menos aún para qué.
La respuesta sobre el cómo está fuera del alcance de la ciencia. La ciencia puede observar, medir y definir lo que es observable, medible y definible; pero no tiene cómo lidiar con realidades que no se encuentren sujetas a dichos criterios y reglas.
La respuesta a semejante pregunta debe buscarse en otro plano, el del conocimiento revelado. Únicamente el Creador puede decir cómo fue que creó el mundo de la nada. De hecho, no nos dijo cómo lo hizo; simplemente dice que fue así, a partir de la nada.
La naturaleza de la relación
En la narración de la Creación aparece una referencia recurrente: se plantea que las cosas fueron creadas por medio de la palabra hablada; “Y D-os dijo: ‘que haya luz’ y hubo luz”.1
Del mismo modo, nuestros sabios identifican Diez Pronunciamientos por medio de los cuales D-os creó el Universo.
¿Qué significa que D-os creó el Universo por medio de la palabra hablada? ¿Acaso D-os tiene boca, cuerdas vocales y habla? Las enseñanzas jasídicas ofrecen la siguiente explicación:
La palabra hablada es una metáfora para describir la dependencia que la Creación tiene de su Creador. Así como esta deja de existir en el preciso momento en el que termina de pronunciarse (es decir, no tiene una existencia propia), del mismo modo la Creación toda existe gracias a una fuerza creadora, que continuamente la arranca de la no existencia.
La relación entre la creación y el Creador no es comparable con la relación entre una artesanía y el artesano que la haya confeccionado. El artesano no ha creado la materia prima con la que fabrica el objeto, sino que simplemente cambia su forma; por lo tanto, este no depende de él para seguir existiendo. En cambio, la relación entre la Creación y el Creador —ya que ‘Creación’ implica que el Creador lo ha creado de la nada— depende de esa fuerza creadora para no revertir a su estado natural de no existencia.
Para ilustrar el concepto: cuando uno tira una piedra hacia arriba, esta volará hasta que se agote la fuerza que la empuja en contra de su naturaleza, que es caer. En el momento en que se acaba la fuerza innovadora que la impulsa hacia arriba, la piedra automáticamente revertirá a su estado natural y caerá.
La Providencia Divina
La mencionada concepción de la naturaleza de la Creación y del vínculo entre el Creador y la Creación nos permite entender el concepto de laHashgajá Pratit o Providencia Divina.
Uno de los fundamentos del judaísmo postula: D-os maneja todo lo que sucede en el mundo. Según la versión promulgada por el fundador del jasidismo, el Baal Shem Tov, hasta el movimiento más imperceptible de una brizna de hierba es orquestado por D-os mismo. ¿Pero acaso D-os no tiene cosas más importantes para atender que, por ejemplo, el vuelo de una hoja en otoño?
Estamos en condiciones de comprender el concepto: esa hojita no existiría si no fuera por el hecho de que D-os la ha creado y la está creando en este mismo instante. Nada existe por sí mismo, puesto que el estado natural de toda la existencia es la no existencia. Si algo existe, es porque hay un Creador que lo está creando en este preciso momento, y si lo está creando, quiere decir que su existencia importa para Él.
Esta perspectiva ayuda a recibir con alegría cada situación de la vida, ya que no existen casualidades, sino causalidades, y todo lo que D-os hace es para nuestro beneficio.
Grande vs. infinito
¿Cómo es que a un Creador tan grande y poderoso le importan cosas tan nimias e insignificantes? La respuesta es simple: si D-os fuera nada más que grande, sería lógico pensar que no le importaran las cosas pequeñas. Ahora bien; dado que D-os no es medible sino infinito, tanto las cosas grandes como las pequeñas son igualmente significativas para Él.
Esto ayuda a entender el rol de los preceptos bíblicos físicos. ¿No basta con cultivar una profunda relación espiritual con D-os en el corazón, fruto del estudio y de la meditación? ¿Qué importancia puede tener el contenido del sandwich que coma? Al respecto, el jasidismo nos enseña que es justamente por medio del cumplimiento de los preceptos físicos y aparentemente insignificantes que manifestamos la diferencia entre un D-os meramente “grande” y un D-os infinito.
La diferencia entre “grande” e “infinito” va más allá de una cuestión de tamaño. Cuando decimos “D-os es infinito”, queremos expresar que no tiene límites; es omnipresente, es decir, está en todo. Más aún: es quien pone los límites a todo. De hecho, es esta la definición que Maimónides da de D-os: una existencia primaria que no depende de nada y de quien todo depende.
Tener claro este concepto no es solo una cuestión teológica o académica; puede cambiar la calidad de vida de quien así lo entienda. Es difícil entablar un vínculo con un D-os que sea tan grande que a Él le parezcan triviales mis cosas personales. En cambio un D-os infinito se encuentra presente en cada detalle de mi existencia. Tendría que hacer un esfuerzo solo si buscararomper o negar ese vínculo, porque está dado de hecho.
NOTAS AL PIE
1.
Génesis, 1:35