Seis maneras de hablar con nuestros hijos sobre espiritualidad
Recientemente, un par de amigas me confiaron que habían tenido “la charla” con sus hijos. No, no esa charla. Me refiero a una conversación sobre espiritualidad: sobre Di-s y el más allá. Sobre lo que significa ser humano, y cómo cada uno de nosotros encaja en el gran patrón del universo.
A menudo, “la charla” se presenta cuando no estamos preparados. “¿A dónde se fue el abuelo cuando murió?”, te puede preguntar uno de tus hijos o “Si Di-s es bueno, ¿por qué se enfermó la abuela?”.
Muchos de nosotros nunca acabamos de procesar estos asuntos para nosotros mismos y, consecuentemente, encontramos difícil resolverlos para nuestros hijos.
Sin embargo, “la conversación” es inevitable. Tus hijos eventualmente te cuestionarán sus inquietudes espirituales, y si te enfrentas con ellas sensiblemente, pueden unirlos aún más.
Aquí hay seis maneras de comenzar.
1. Reconoce los sentimientos innatos en tus hijos
Hay una hermosa historia judía en el Talmud Nidda, 30b que dice así:
Durante los nueve meses que el bebé está en el útero de la madre, su neshama o alma, pasa el tiempo estudiando Torá. Durante nueve meses, cada alma está completamente inmersa en Di-s, comunicándose directamente con su creador. Justo antes de que el bebé nazca, Di-s manda un ángel que se acerca y toca la boca del bebé. Con su toque, el bebé se olvida toda la Torá que estudió en el útero y está listo para nacer.
Así es que, cada vez que estamos expuestos a las enseñanzas sobre Di-s y la espiritualidad, naturalmente nos sentimos atraídos, como si ya las hubiéramos escuchado alguna vez, mucho tiempo atrás. Cada uno de nosotros tiene una vaga memoria de aquellos meses de comunicación con nuestro creador.
Si le preguntas a un adulto “¿Sientes que Di-s te ama?”, es probable que frunza el sueño, una pregunta como esta simplemente no se considera sofisticada en el mundo moderno. Sin embargo, si le preguntas a un niño si Di-s lo ama, seguramente te responderá entusiasmado “¡Sí!”
La simplicidad de los niños frecuentemente hoy en día se descarta por ingenua, pero desde el punto de vista de la Torá, se considera como una prueba del alto nivel de la conciencia espiritual de los niños.
2. Pierde el Cinismo
Una de las razones por la que los niños están tan dispuestos a platicar sobre asuntos espirituales es que todavía no han aprendido el cinismo de los adultos. Ser cínico es una defensa natural: es nuestra manera de cuidarnos de la decepción. (Me encantaría ganar la lotería —pero no creo que vaya a ganar— así es tentador ser cínico: nadie gana nunca, es una manera estúpida de gastar plata, mira todos los que ganaron la lotería que dicen que ganar no les ha hecho felices de todas maneras…).
Pero este tipo de pesimismo es venenoso, estrangula la esperanza y hace que nos burlemos de las cosas que muy seguido, dentro nuestro, en verdad ansiamos tener.
Cuando sientes que te estás hundiendo en el escepticismo, piensa en la figura bíblica de Noé, que construyó el arca y vivió en ella durante el famoso diluvio que duró cuarenta días y cuarenta noches.
La Torá relata cómo Di-s ordenó a Noé que construyera un arca gigantesca, y luego que eligiera animales de todo tipo para llenarla antes de la tormenta. De hecho, la tradición judía nos enseña que Noé pasó 120 años construyendo su enorme barco, y que durante ese tiempo todo el mundo se burló y se rió de él por considerar imposible su misión.
Sin embargo, Noé nunca cedió ni a la humillación ni al cinismo. Él soportó las burlas de todos los pueblos del mundo y nunca perdió su inocente fe. A pesar de ser despreciado por muchos años, Noé nunca paró de ver al mundo como un lugar prometedor, y su lugar en él como uno de santidad e importancia. De hecho, la Torá comenta sobre la pureza de Noé: Noé es descrito como “justo y sincero”, y está dicho que “Noé caminaba con Di-s”.
Desafortunadamente, esta pureza se pierde fácilmente en un mundo cínico como el de hoy. Una manera de incentivar a nuestros hijos a ser espirituales es discutir sus preocupaciones y preguntas con seriedad, sin despreciar ni ser negativo con sus pensamientos.
3. Agradece
Asume el hábito de reconocer tus bendiciones, desde las grandes cosas, como la vida y la salud, hasta las pequeñas cosas que damos por sentadas, como la luz eléctrica o el hecho de que el coche haya arrancado a la mañana. La gratitud hace a los niños (¡y a los adultos!) más sensibles y abiertos a notar las bendiciones de Di-s en sus vidas.
4. Admite que no lo sabes todo
Una amiga me dijo una vez que después de que un pariente cercano falleció, su hijo le preguntó si el pariente estaba en el cielo. “Yo le conté que no existe el “cielo”, me dijo mi amiga. “También le conté que a pesar de que algunas personas creen, no hay tal cosa como…”, y enumeró una larga lista de ideas religiosas y preceptos. Lo único que yo conseguía pensar era “¿En serio? ¿Y tú cómo sabes?”. Me sentía muy mal por su hijo, allí estaba él en una posición tan vulnerable tratando de encontrarle sentido a su mundo tan confuso.
Cuando nuestros hijos nos hacen preguntas difíciles, a veces lo mejor que podemos hacer es admitir que no sabemos y que trataremos de encontrar las respuestas, juntos.
5. Exploren textos judaicos juntos
Cuando era pequeña, asistí a la escuela de los domingos, y allí los profesores respondían mis preguntas, todas ellas. No había nada para lo que ellos no tuvieran una respuesta fácil para dar, y crecí pensando que siempre había, en el judaísmo, una respuesta “correcta” para toda pregunta. Cuando como adulta observé los textos tradicionales judaicos, muchas veces me encontré con personas que luchaban con las preguntas que yo quería explorar.
Tres mil años atrás, el Rey David preguntó: “¿Por qué estás tan lejos, Eterno? ¿Por qué te escondes en los momentos de dificultad? (Salmos 10: 1). Y las preguntas nunca dejaron de llegar.
Una manera de incentivar a nuestros hijos a crecer espiritualmente es estudiar los textos judaicos juntos. Cada uno de nosotros tiene el beneficio de miles de años de cuestionamiento y sabiduría judía. Tenemos que elegir un momento determinado para sentarnos con nuestros hijos y leer juntos algunos textos judaicos. Esta es una excelente forma de acceder a él. Además, mientras padres e hijos estudian y debaten sobre importantes asuntos e ideas, se logra el acercamiento y la unión de la familia.
El gran Rabi Ioshua ben Perajiá aconsejó a cada persona que busque un maestro para sí (Pirkei Avot 1: 6).
Esto puede significar estudiar con un rabino o un educador confiable. Con suerte y con tiempo, padres e hijos pueden convertirse en maestros mutuamente y lograr que toda la familia esté más cerca.
6. Busca a Di-s en todos lados
Una persona verdaderamente espiritual es alguien que puede ver lo Divino en todo.
Incentiva a tu hijo a acudir a Di-s, a hablarle. Esto puede tener la forma del rezo tradicional judío o puede hacerse de una manera más libre. Comienza por recitar el Shema (“Escucha Israel, El Señor es nuestro Di-s, El Señor es uno”) con tus hijos a la hora de dormir.
Recuerda que hay chispas divinas en otras personas también. La Torá nos enseña que todo ser humano es creado betzelem Elokim, a la imagen de Di-s. En el judaísmo, una de las maneras más elevadas de honrar a Di-s es honrar a nuestros semejantes.
Cuando hablamos con cada persona con suavidad, cuando lidiamos con otros honestamente, cuando enfrentamos el mundo con optimismo, modelamos el comportamiento espiritual para nuestros hijos.