Una agenda de trabajo clara y simple: La unidad Judía
Para el Rebe, todos los judíos constituyen una totalidad, un cuerpo único, tan real como uno humano. Los hijos son una compleja extensión de sus padres; independientemente de que sean instruidos o ignorantes, viejos o jóvenes, virtuosos o malvados.
Aun si renegaran de ellos, la conexión esencial permanecería. De igual modo, los judíos son “uno”, porque su esencia, su alma –que es una parte de Di-s– es idéntica y única para todos. Pero aun siendo individuos singulares y únicos, se hallan interconectados como lo están las diferentes partes de un cuerpo humano.
Sólo cuando todas las partes se conectan, el cuerpo está completo. Cada judío constituye de por sí una parte única de un todo, sin la cual –Di-s no lo permita– el pueblo entero está incompleto. Ampliando esta analogía del cuerpo, no sólo cada judío es una pieza vital para el pueblo judío como un todo, sino que además, su contribución particular es algo que no puede ser logrado por ningún otro excepto él.
La cabeza, por ejemplo, no tiene la movilidad que tiene el pie y en ese aspecto el pie es superior a ella, ya que contribuye transportándola junto con el resto del cuerpo adonde no podría ir por sí misma. De manera similar, cada judío tiene cualidades singulares que aportan al conjunto del pueblo judío y ayudan a alcanzar alturas cada vez mayores en el servicio a Di-s.
Reconocer esta unidad ayuda a intensificar el propio Ahavat Israel y requiere de cada uno de nosotros llegar a todos para asegurarnos de que cada uno encuentre su lugar y utilice su potencial, para su propio bien y el bien del Pueblo Judío en su totalidad. El Rebe buscó conectarse con cada judío del mundo a través de las más audaces iniciativas espirituales jamás emprendidas. Para el Rebe la unidad judía no era un eslogan, era una realidad. ·